Guiness Taste: So Nice.
Empieza el día en Dublín. Y nos ponemos en marcha, como no puede ser de otra forma, desde el
Spire of Dublin (la Aguja de Dublín), en la calle O’Connell: un pilar de 3 metros de base, 120 de altura y 15 cm de diámetro en su parte superior. Puede que sea la escultura más grande del mundo, pero yo no alardearía mucho de diseño, la verdad.
Paseando O’Connell arriba, O’Connell abajo, disfrutamos de los madrugadores irlandeses, todos ataviados con sus mejores ropas de entretiempo invernal, de la
segunda manía de los dublineses, y de monumentos como...
| “¡Increible pero cierto! ¡Es la estatua de Charles Stewart Parnell, ese revoltoso y agitador fundador del IPP (Irish Parliamentary Party o partido nacionalista irlandes)!”
“La verdad es que sí que es increible querido amigo...” |
“... ¡pero aún más extraordinaria es la estatua de Daniel O’Connell, quien defendió a los católicos irlandeses en los estamentos parlamentarios!”
“Ese porte macizo y el dar el nombre a esta calle me dejan con el culo partido, añorado compadre ¡insuperable!” | |
¡Guau! Sin duda la calle O’Connell está llena de emociones fuertes. Pero nosotros queríamos más, así que nos dirigimos al este por Henry Street y su prolongación, Mary Street. En estas calles se aglutinan los comercios más exclusivos de la zona centro, al menos hasta que llegamos a la intersección con Capel Street: el paisaje cambia totalmente y entramos en el barrio obrero, el cual no dejaríamos hasta bien entrada la tarde.
Se respira un estilo refinado a las puertas de Arnotts, una de las tiendas clásicas de Dublín. Sin duda alguna me siento mucho más cómodo con una pinta en la mano que con una copa de champagne ¿por qué no nos acercamos a la destilería de whiskey? |
Por desgracia la antigua destilería de
Jameson estaba cerrada por reformas, así que tan sólo pudimos subir a la
Chimney Viewing Tower (5 € adultos, 3.5 € estudiantes, gratis con el Dublin Pass). Esta antigua chimenea de la destilería tiene 60 metros de altura y permite una panorámica completa de Dublín: es la ventaja de ser una ciudad totalmente plana
.
Tras disfrutar de las vistas y de enterarnos de la locura que se desata en la capital cuando se juega un partido del
6 Naciones (¿qué mejor excusa que el rugby para liarla parda?), aprovechamos para comer en uno de los restaurante de la zona.
Después de la ingesta de proteinas dimos una vuelta por el
Phoenix Park, el parque urbano más grande de Europa (712 hectáreas
) y donde no faltan los humedales (arriba) y los
símbolos fálicos (abajo). Yo, por si acaso, toco madera mientras juego con mi melocotonero
.
Y llegó el momento de la verdad. Ayer tuvimos nuestro primer gran encuentro con
Guinness, esa cerveza tostada de sabor amargo que, extrañamente, empezabamos a echar de menos. Esa sensación, ahora tan común, de “me apetece una Guinness”, nos guió irremediablemente al
Guinness Storehouse, el centro neurálgico de esta cerveza.
Start == la entrada cuesta 15 € y está incluida en el Dublin Pass. Además nos libramos de hacer parte de la cola, la cual no era poca
== el recinto tiene
siete pisos: hasta el quinto se nos cuenta cómo es la producción la cerveza Guinness, nos recuerdan la
historia de la cervecera desde su fundación por Arthur Guinness
en 1759, nos hablan sobre el
Libro Guinness de los Records (ideado en 1951 por Hugh Beaver, director de la cervecera en aquel entonces) o se hace un repaso de los anuncios emblemáticos de la firma == en el sexto piso hay un bar. Podéis pasar de largo tranquilamente por este piso == y, finalmente, llegamos al Gravity Bar del séptimo piso. Aquí debemos armarnos de paciencia para pedir nuestra ansiada y gratuita Guinness y no abandonarla hasta que encontremos sitio: todo el mundo acaba aquí, así que siempre está hasta arriba de visitantes en busca del oro negro. Las panorámicas vistas, a 45 metros de altura, hacen de esta pinta algo especial, sobre todo en un día soleado como el nuestro == Game Over == Insert Pint
Ahora nos encontrábamos ante un gran problema: ¡necesitabamos más! Así pues, nos dirigimos con paso firme a la zona de Temple Bar. Pero antes de volver a refrescar nuestro gaznate con otra Guinness, visitamos dos de los emblemas religiosos de Dublín.
Christ Church Cathedral (también conocida como la Catedral del Espíritu Santo; adultos 6 €, estudiantes 3 €, gratis con el Dublin Pass). Fundada en el 1030, en su interior podemos encontrar vestigios celtas, una cripta, el coro de turno y cantidad de estatuas dedicadas a personalidades de la ciudad (para mí signo evidente de peloteo a aquellos que han aportado un dinerillo para el mantenimiento del edificio y del nivel de vida episcopal).
St. Patricks Cathedral (5.5 € adultos, 4.5 € estudiantes, gratis con el Dublin Pass), por desgracia en obras y ya cerrada cuando llegamos a sus puertas. Esta catedral data de 1191 y está consagrada a
San Patricio. Se considera que este misionero, cuyo nombre de nacimiento era Maewyn, introdujo el cristianismo en Irlanda en el siglo V [ejemplo de dato a olvidar]. Además, todos los 17 de marzo se celebra el
Día de San Patricio: desfiles, cerveza, exaltación y cánticos [ejemplo de dato imprescisdible]. También se le debe a San Patricio el símbolo oficioso de Irlanda: el trébol de tres hojas (
shamrock) [ejemplo de dato para obtener quesitos del trivial].
| Foto dedicada a todos aquellos dublineses que alguna vez se preguntaron ¿dónde está la parada de autobuses más cercana a St. Patricks? |
Y, ahora sí, llegamos a
Temple Bar, la zona clásica entre las clásicas para salir por Dublín. ¡Menos mal, porque los ánimos estaban ya caldeados!
¡Quiero una Guinness! |
Cenamos en
The Mezz, un local con música en directo, menú típico irlandés y Guinness bien fría. El precio, como siempre, de unos 10 € bebida aparte. Tras alguna consumición más aprendimos cosas tan valiosas como a tirar
la pinta perfecta o que “¡Salud!” en gaélico se dice “
Sláinte!”
. Más pronto que tarde volvimos al hotel, ya que la jornada había sido intensa y estabamos muy cansados. Veremos si mañana el día sale tan despejado como hoy...
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