2/10/11

PACA3 (17/04/11)

Juego, set y partido en un marco de lujo
17 de abril 2011, Mónaco


Una de las mejores formas de amenizar un viaje es hacerlo coincidir con algún evento, ya sea deportivo o pagano. Mónaco, ese pequeño principado en el sureste de Francia, se caracteriza por el lujo que inunda sus calles y por albergar dos acontecimientos deportivos de renombre: un gran premio de F1 y uno de los nueve Masters 1000. Mi compañero Javier y yo, tras revisar los precios de ambos, decidimos aprovechar el día para ver una emocionante final de tenis entre Nadal y Ferrer[1].

A pesar de estar cerca de Marsella (230 km), la Côte d'Azur es escarpada y sinuosa, haciendo que el viaje en tren hasta Mónaco sea de unas tres horas con transbordo en Cannes/Niza incluido. Como comparación, el viaje en TGV hasta París, a unos 800 km, es también de tres horas. La ventaja es que, al venir desde lejos, uno se asegura un asiento ante la avalancha de personas que toman el tren en las últimas estaciones: sin duda pernoctar en los alrededores de Mónaco o Niza es más económico que en estas exclusivas ciudades.

A la salida de la estación de tren llegamos al distrito de La Condamine, también conocido como “El puerto y alrededores”[2]. Mónaco es el segundo país más pequeño del mundo y está dividido en diez distritos, además de ser el país con mayor densidad de población. Algo evidente cuando nos vemos rodeados de bloques de pisos que, cabezones, escalan las escarpadas pendientes que rodean la ciudad y la hacen una bahía natural excepcional. Sin embargo, y salvo honrosas excepciones, estos bloques son sobrios, visten horrorosos toldos de colores y nos hacen preguntarnos dónde está el supuesto lujo de la ciudad... ¡mira un Ferrari! ¿Y ese Lamborghini? Aunque aquel Mercedes tampoco está mal. ¿Y has visto esos yates y veleros? Vale, creo que ya he encontrado el lujo.

Foto-resumen de Mónaco: lujo en forma de yates, bloques de pisos sin estilo y viejas edificaciones que nos recuerdan que estamos en un asentamiento con más de XXVI siglos de historia.

La primera parte de nuestra visita se limitó a seguir el trazado del gran premio de Mónaco, que nos lleva por la mayoría de los lugares emblemáticos de la ciudad.
Estatua en honor a Juan Manuel Fangio[3], piloto argentino 5 veces campeón del mundo en la década de los 50 y que ganó dos veces en Mónaco. A la derecha se alza el Palacio de los Príncipes, antigua fortaleza Genovesa que data de 1191 y desde donde se disfrutan de las mejores vistas de la ciudad. Sin embargo, y por falta de tiempo, tuvimos que dejar su visita en tareas pendientes.

Pd: La cara de velocidad es exclusiva para la ocasión.
Salida del túnel del circuito. Dentro del túnel el ruido es ensordecedor. Imagino que durante el gran premio, con todo tapado para proteger los comercios que hay bajo el túnel, ha de ser ¡ATRONADOR!

Aunque se ven coches de gran lujo, también hay bastantes utilitarios y coches pequeños (a las pruebas me remito). ¡Pero no todos despilfarran sus fortunas en cuatro ruedas! Otros prefieren hacerlo en...
… surcar volando las costas monegascas con su jetpack propulsado por agua. Una excentricidad que a todos nos gustaría comp... ¿qué? ¿más de 60000€? Que a todos nos gustaría recibir como regalo.
La mítica curva Loews. Aquí es donde los coches de F1 van a “sólo” 50 km/h. Pero los Ferrari están hechos para el asfalto y los flamantes coches deportivos se dedican a recorrer el circuito urbano cada día[4]. Las escaleras del fondo nos llevan hasta el distrito más famoso de la ciudad.
En el distrito de Monte-Carlo, también conocido como “Enséñame la pasta”, encontramos al fin la imagen de Mónaco que todos tenemos en la cabeza: modernos (y caros) establecimientos en un entorno clásico rodeado de suntuosos jardines. Sirva como ejemplo el club Moods y su bola espejada, situados en el Cafe de Paris, o el Buddha Bar. Al fondo a la izquierda el edificio del Casino de Monte-Carlo.

Lujosos coches (¿alguien lo dudaba?) en la Plaza del Casino. El circuito de F1 traza aquí un giro a la derecha, como dejan claro los peraltes rojiblancos de las aceras. La publicidad del Masters1000 llena la plaza.

Entrada del Casino de Monte-Carlo. Los casinos, hoteles y restaurantes más lujosos de la ciudad pertenecen a la misma empresa, la Société de Bains de Mer (SBM). Esta sociedad nació al mismo tiempo que Monte-Carlo y su casino en 1863 y desde entonces ha extendido sus redes por el principado. Dinero llama a dinero.
Tras la visita al casino dejamos atrás el circuito urbano para adentrarnos en el paseo marítimo de Mónaco. Aquí se encuentra “The Campions Promenade”, una especie de paseo de la fama donde los futbolistas veteranos premiado con el “GoldenFoot” dejan su huella. Además encontramos modernas plazas con extrañas fuentes, lujosos hoteles que sólo podemos admirar desde la lejanía y la playa de Larvotto, lugar ideal para comer un bocadillo y recargar fuerzas antes del último trecho hasta el club de tenis.
Y casi sin darnos cuenta dejamos Mónaco y entramos de nuevo en Francia. En esta tranquila y transparente costa[5] se sitúa, al fondo, el hotel Monte Carlo Beach. Este hotel es, por supuesto, propiedad de SBM y está prohibido para nuestros secos bolsillos.

Y llegó el momento de la gran final. Llegamos al Monte Carlo Country Club (Francia) con unos 45 minutos de antelación. Una buena idea debido a la aglomeración de gente[6] y a los no muy claras indicaciones dentro del recinto.
La entrada al Monte Carlo Country Club. Las banderas de Mónaco hondean junto a la del país del actual ganador del torneo. La española lleva ya seis años seguidos ahí, sufriendo las inclemencias del tiempo[7].
Una vez en nuestros asientos, estratégicamente escogidos para tener el Sol a nuestra espalda, llega la presentación de los jugadores: Nadal (arriba) y Ferrer (abajo). Tras unos minutos de peloteo... ¡empieza el partido!

El enfrentamiento fue muy intenso por parte de los dos jugadores, ninguno dio un punto por perdido; se vieron dejadas de calidad y fulminantes golpes ganadores. El estadio estaba prácticamente lleno, aunque quedaban varios asientos libres[8].

El partido tiene juegos larguísimos[9] y, tras dos horas y media, Nadal gana (6-4, 7-5) por séptima vez consecutiva el Masters 1000 de Monte-Carlo. En la entrega de trofeos el público aplaude a rabiar al, en ese momento, número uno del mundo.

Panorámica de la pista central durante el partido de dobles entre Bryan/Bryan y Chela/Soares. El palco de autoridades, con Rainiero y su familia al frente, se sitúa a la izquierda. Mucha gente abandonó las gradas tras la final individual, así que pudimos sentarnos prácticamente en primera fila (las zonas verdes están reservadas y siempre hay alguien de la organización atento a los que intentan colarse).
El partido de dobles es básicamente de exhibición, ya que tras llegar al primer 40 iguales el que puntúa gana el juego (se juegan 7 servicios por juego como máximo). Por eso el partido duró tan sólo 52 minutos con un 6-3, 6-2 para los Bryan. Justo a tiempo para abandonar el recinto y volver a la estación de tren.
Con un largo viaje de vuelta y un transbordo concluye, entre cabezada y cabezada, esta crónica de Mónaco. O, como diría mi gemelo malvado monegasco: “tras una extensa travesía adornada con un cambio de vagón y salpicada de tintes oníricos, termina el sorprendente relato sobre los hechos acontecidos en el principado de Mónaco”.

L'année prochaine ¡nous allons disputer le huitième titre!

[1] Aunque compramos las entradas con un mes de antelación, la presencia de Nadal era segura salvo monumental sorpresa tras seis años consecutivos ganando en Mónaco. Que otro español, David Ferrer, también llegara a la final justifico aún más que ese día luciera la camiseta de España.

[2] Las denominaciones alternativas de los distritos presentes en el texto no son oficiales, aunque sin duda son más ilustrativas y ayudan a la visualización de la ciudad.

[3] Esta es una de las cinco estatuas en su honor que hay repartidas por el mundo ¡no pierdas el tiempo y hazte con todas!

[4] Tras ver varios coches deportivos recorriendo el circuito una y otra vez y a sus conductores aprovechando la más mínima recta para forzar el motor llegué a la conclusión de que debían ser coches de alquiler. Los ricos de verdad estarían en ese momento perdiendo el tiempo en su yate.

[5] Aunque la publicidad se empeñe en llamar a todo “playas” y así lo parezcan en la imágenes aéreas, la Côte d'Azur está plagada de zonas de costa aptas para el baño. No esperéis encontrar arena fina, sino cantos de reducido tamaño: a la erosión aún le queda bastante trabajo por hacer. Pd: las chanclas siempre serán bienvenidas.

[6] Muchos llegaban en autobuses gratuitos desde Mónaco o andando, ya que las zonas de parking cercanas estaban reservadas. A una de ellas llegó una atractiva mujer con su carísimo Mercedes preguntando si podía aparcar, pero el guardia de seguridad le dijo que no era posible. En este exclusivo parking se podía ver estacionado un flamante Renault 5. Fuck yeah!

[7] Durante la entrega de los premios la bajaron para, acto seguido y mientras sonaba el himno, volverla a subir. Espero que cada par de años aprovechen para cambiarla por una nueva, que va a terminar descolorida.

[8] Nada más entrar en Francia, en el paseo marítimo, había dos reventas intentando colocar sus últimas entradas. Parece ser que no tuvieron mucha suerte.

[9] Por eso es importante ir al servicio antes del partido: salir o entrar a las gradas sólo está permitido durante los descansos de los jugadores, cada tres juegos.

2/4/11

GÖTTINGEN

Al calor del glühwein en el frío alemán
10 - 13 de diciembre 2010, Göttingen


Normalmente las visitas obligadas se van posponiendo, siempre pensando en que cualquier tiempo futuro nos cuadrará mejor, hasta que ya no quedan fechas y nos vemos “obligados” a preparar el viaje deprisa y corriendo. Lo cual no quiere decir que el resultado sea negativo, ni mucho menos. Eso es lo que me pasó con mi obligada visita a María[1] en Göttingen, esa ciudad universitaria alemana cuya comunicación aérea es inexistente. Para llegar en avión podéis volar hasta Hamburgo y pasar hora y media en el tren, o volar a Frankfurt y pasar dos horas en el tren. Yo me decanté por la segunda opción, normalmente más barata. A no ser que comiences el viaje con 24 horas de retraso.

Día 9 de diciembre. Al planeta le da por descargar nieve en Frankfurt. Mucha nieve. Mi vuelo está programado para las 10:45 y me dicen que tiene media hora de retraso, nada fuera de lo normal. Sin embargo el avión llega y nada sucede. Una hora después nos dicen que el aeropuerto de Frankfurt está cerrado y que el vuelo se va a retrasar e incluso a anular. Hasta salió el piloto, con cara de frustración, para decirnos que no había nada que hacer. Viendo el panorama, y puesto que ya había perdido mi tren hacia Göttingen, decidí cambiar el billete para el mismo vuelo del día siguiente[2]. ¿Qué son 24 horas cuando uno lucha contra la naturaleza? Día 10 de diciembre. ¡Feliz día de la marmota! Misma rutina al levantarme, mismo viaje en autobús al aeropuerto, misma azafata en el mostrador de facturación,... y sólo 15 minutos de retraso. Al llegar a Frankfurt me dirigí a la estación de tren, convenientemente situada en el aeropuerto y en la que puedes fracturar tus vuelos. Muy cómodo para quitarse el equipaje de encima lo antes posible. Mi objetivo: intentar cambiar el billete de ida, ya pagado, y que había perdido el día anterior. En la ventanilla fui atendido en inglés por cuatro jóvenes becarias[3]. Ellas, muy agradables e ignorantes de los procedimientos ferroviarios alemanes, consultaron a la veterana de al lado, la cual fue tajante: el viaje de vuelta es aún válido, pero tienes que comprar otro de ida. Y así fue como, tras un viaje de 30 horas, llegué a la estación de tren de Göttingen.
Casas bajas rematadas en colorida madera, bicicletas y nieve: ésta es la típica estampa del Göttingen invernal. En este caso estamos en Johannisstrasse, con las dos torres de St. Johanniskirche al fondo. Esta iglesia del siglo XIII sufrió un importante incendio en 2005, aloja el coro de la ciudad y, lo que es más importante, nos marca el camino hacia la plaza del mercado.
¿Damos un paseo?
Uno de los lugares más emblemáticos de Göttingen, la fuente de la Gänseliesel[4] (chica de los gansos) en Markplatz (la plaza del mercado). En la plaza se concentran los puestos de comida y bebida durante el invierno. Sin duda el mejor sitio para pasar las frías y nevadas tardes.

Pd: Mientras que los niños españoles aprendemos pronto a decir “quiero otra loncha de jamón”, los retoños alemanes prefieren concentrarse en la bebida. A las pruebas me remito.
Una mañana cualquiera de diciembre en Markplatz, con el Altes Rathaus (antiguo ayuntamiento) y St. Johanniskirsche al fondo
El Altes Rathaus (1270) dejó de ser el ayuntamiento en 1978 y ahora es el centro de información turística. Podéis pasear libremente por el vestíbulo y disfrutar de los frescos, la heráldica y las escalinatas. Todo muy Disney.

Junkernschänke, la taverna más antigua de Göttingen. Data del 1451 y entre sus coloridas tallas biblicas podéis encontrar la de “el barbudo del corte de mangas”. Un claro mensaje para los mirones como nosotros.
La tétrica St. Albani-Kirche, la más antigua de Göttingen (953, aunque su actual construcción gótica data del siglo XV). Se dice que por las noches el jorobado que vive en su torre enciende una luz para no dejarse la vista leyendo. Sabia decisión.
Ya es navidad en el Sternwarte (observatorio astronómico), construido en 1816 y cuyo primer director fue el gran Carl Friedrich Gauss[5].
Pero un momento, ¿qué es eso que sale de la cúpula?

¡Dios mio, es un rayo verde! ¿Hacia donde está apuntando? (coloca el cursor sobre la imagen) ¡Claro! Ahora todo tiene sentido. La cruzada de los astrónomos contra los galácticos va tomando forma poco a poco.

Tras el largo paseo llegamos al momento cumbre de la crónica, el dedicado a las viandas y brebajes que me acompañaron (brevemente) durante el viaje.

Haxe y cerveza Paulaner. El haxe es codillo asado y frito acompañado de patatas y ensalada de col. Lo más rico es la piel, tostada y crujiente. Mi recomendación es dejarla para el final y disfrutarla a la par del último trago de cerveza. Un momento, que estoy dejando el teclado perdido de babas...

Bratwurst acompañada de glühwein. La bratwurst es una salchicha que se consume a toneladas en los puestos del mercado, mientras que el glüwain es vino caliente con especias que se consume a litros en invierno para acompañar a las toneladas anteriores. Aunque el glühwein parezca algo antinatural es básico para aguantar las bajas temperaturas[6] y, ante todo pronóstico, ¡está muy bueno! Nos lo servirán por unos 3€ en una jarra de cristal que, si devolvemos después, nos permitirá recuperar 1€[7].

Schichzel acompañado de, como no, cerveza. El Schichzel es un filete de cerdo muy fino y empanado típico de la zona sur de Alemania y Austria. Siempre viene tapando una montaña de patatas y en algunos sitios está acompañado también por coles[8]. Exquisito. Sin duda una manera estupenda de terminar el día ¿álguien dijo digestiones pesadas?

El último día, como siempre, tendréis que comprar algún detalle. Lo mejor es darse un paseo por la calle principal de Göttingen, Weender Strasse. Allí se localiza Cron & Lanz, una tienda de chocolates, bombones y tartas que no podéis dejar de visitar: yo realicé allí mis compras y todo el mundo quedó contento. En esta calle también se encuetra St. Jacobi-Kirche, con su peculiar torre de 71 metros. Desgraciadamente, durante mi visita la torre estaba en obras de restauración, así que admiraré la mejor panorámica de Göttingen en otra ocasión (pero no antes de 2014, fecha prevista para el final de las obras).

Me despido de Göttingen con un gran pesar:
fueron tres días de glühwein y cerveza,
es ya imposible quitarse de la cabeza
el recuerdo del cochino a la hora de cenar.


[1] Quizá la recordéis de otras crónicas, como la crónica de París o la crónica de CINEMA4.

[2] Al final el avión salió a eso de las 17, con lo cual habría podido llegar a Göttingen a las 22 - 23. Pero mejor pasar la tarde en el trabajo, descansar bien y volver a intentarlo al día siguiente con una renovada sonrisa en el rostro.

[3] Las cuatro estaban en la misma ventanilla, más de cháchara que atentas a los clientes. Y, por supuesto, no supieron como solucionar mi problema. Que bonitos recuerdos de mis comienzos, en los que no tenía ni idea de lo que hacer sin ayuda y donde al 80% de lo aprendido anteriormente resultó ser poco práctico.

[4] La tradición es ésta: tras doctorarte, los compañeros decoran un sombrero y un carro. El primero te lo pones y en el segundo te llevan desde la universidad hasta la fuente. Una vez allí, has de subir a la fuente, besar a la Gänseliesel y dejarle un ramo de flores. Mejor no lo cuento, lo enseño. Por supuesto cualquier maldad por parte de los amigos está permitida.

[5] Como buena ciudad universitaria, Göttingen ha sido el lugar de trabajo de ilustres científicos como el mencionado Gauss, Wilhem Weber (ambos tienen una estátua en la ciudad, ¡no dejéis de buscarla!), Max Born (además de premio Nobel, abuelo de la cantante/actriz Olivia Newton-Jhon) o Werner Heisenberg (padre del divertido principio de incertidumbre).

[6] El ansia del primer trago siempre nos regala esa sensación del napalm bajando por nuestro esófago. ¡Pero no hay que descuidarse después! Si lo bebemos demasiado despacio acabará enfriándose y entonces estará asque... menos sabroso. Tranquilos, tras tres o cuatro glühwein uno pilla el ritmo.

[7] Si queréis guardarla de recuerdo ¡es toda vuestra! Pero no os encariñéis con la primera que os den, que hay varios modelos. Conseguir el modelo que yo quería, con la Gänselisel y la plaza del mercado, me costó un par de días de intensos tragos... hasta que María me cedió amablemente su jarra, grabada con el deseado modelo. Todo un detalle de navidad.

[8] Philippe admira con estusiasmo mi Schnitzel “tamaño normal”. Los demás en la mesa pidieron la versión pequeña y, por alguna razón, la camarera espetó un “y éste para el caballero con hambre” al traer mi plato. El día que tenga hambre lo sabrá, anonima camarera.

ALEMANIA


Ver Alemania en un mapa más grande.

Alemania se sitúa en el corazón de Europa central y es una de las grandes economías mundiales. Su actual configuración data de 1989, tras la caída del Muro de Berlín. Aquí tenéis más información sobre Alemania.

Disfrutad de la visita a...

20/1/11

RIO DE JANEIRO (BRAGAS09)




Uno termina la tesis en julio y se plantea ¿que hago con un agosto totalmente libre? La respuesta: participar en un congreso. Y el escogido en esta ocasión fue, ni más ni menos, que la reunión general que celebra la IAU (International Astronomical Union) cada 3 años. El lugar: Rio de Janeiro, proyecto de ciudad olímpica en ese momento. Así nace el proyecto BRAGAS09[1] y ésta es la crónica de las aventuras de un grupo de astrónomos en Brasil.

El vuelo desde Madrid al Aeropuerto Internacional de Galeão de Rio de Janeiro dura 10 horas. A la salida de la terminal nos encontramos rápidamente con la humedad, un puesto “oficial” de cambio de moneda y cinco puestos de compañías de taxis/alquiler de coches, en las cuales cinco amables señoritas acosan al recién llegado con el reclamo sireno del “más barato que ninguno”. En estas compañías, además, también cambian moneda, en ocasiones a mejor relación que el puesto “oficial”. Si perdéis un par de minutos en preguntar podéis ganar bastantes reales brasileños (R$) para caipirinhas[2]. Como eramos un grupo grande alquilamos una Van de 13 plazas para llegar hasta nuestro hotel, en Copacabana, por 180 R$. Como dato el precio por taxi (no por persona) hasta Copacabana era de unos 80 R$. De nuevo, y durante todo el viaje, la clave es armarse de paciencia, preguntar y ser firmes en nuestras decisiones.

Como siempre que el viaje es a un congreso la mejor forma de resumir la visita es por áreas temáticas, ya que uno aprovechas las pocas horas del día (y las muchas de la noche) lo mejor que puede. Pero antes de comenzar con la “Samba”, terminemos rapidamente con la parte de “Galaxias”.
Astrónomos a la entrada del Centro de Convençoes SulAmérica (patrocinado por ING), lugar de celebración del congreso. Aunque no lo creáis pasamos la mayor parte del día ahí dentro.



Copacabana e Ipanema

Decir Rio de Janeiro es decir Copacabana e Ipanema, dos de las playas más famosas del mundo. El congreso se celebraba a 30 minutos en metro de estas dos fantásticas playas urbanas pero... ¡a quien vamos a engañar! No hay duda de que nuestro hotel iba a estar en primera línea de playa, en este caso en el Miramar Hotel, situado en el mismísimo puesto 5 de Copacabana[3].

Panorámica de la praia de Copacabana. Pescadores y bañistas comparten la línea de playa con (por desgracia) hoteles y palmeras. La orografía de la ciudad simpre nos regala verdes colinas al fondo.



Amanece en Copacabana. La playa está desierta excepto por los corredores matutinos. Qué maravilla el teselado del paseo con esta luz.

A media mañana, sin embargo, la playa rebosa vida y caipirinhas. ¡Vamos a admirar el teselado del paseo de cerca! Y, de paso, nos podemos dar un baño...

Copacabana e Ipanema están siempre llenas de garotas (con su tanga de hilo), de cariocas (jugando el volley-playa, al fútbol-playa o al ligue-playa), de turistas (intentando hacerse pasar por cariocas para evitar a los vendedores) y, por supuesto, de vendedores ambulantes (que detectan al instante a los turistas que se hacen pasar por cariocas). Estos vendedores tienen de todo: toallas, bolsos, gafas, comida, bebida, abalorios varios... y muchos de ellos son inmigrantes de América latina[4]. Lo más importante es ser firme con el NO si nuestro interés es nulo y con el REGATEO si tenemos algo de interés. Lo ideal es pedir el precio que estés dispuesto a pagar y, si el vendedor no cede... ¡tranquilo! La estadística dice que en menos de 20 minutos otro, con similares productos, volverá a tenerte como presa. Mención a parte merecen los menores que hay en la zona, también agobiantes, y que se dedican a pedir dinero. Mi punto de vista es que dándoselo estamos alentando a las mafias para que sigan teniendo menores en la calle acosando a los turistas.

Después de darnos un bañito en el Atlántico, que siempre golpea Copacabana e Ipanema con generosas olas, no hay nada mejor que dar un paseo... en busca de un sitio donde tomar algo. Toda la playa está salpicada de puestos en los que comer y beber, y los hay de diferentes niveles: están los más exclusivos, los de nivel medio y los más cutres. Estos últimos son los nuestros. Suelen ser los amarillos patrocinados por cervezas, como Skol o Itaipava. Ofrecen cocos y caipirinhas[5] a bajo coste (4 R$), y comida a base de fritanga en plancha negra: sardinhas fritas, papas, camarones y bolinhos de bacalao. Ahora ya estáis preparados para apreciar las escenas típicas de los turistas en Copacabana.
Escena típica número uno Turista haciendo topless en Copacabana con una Skol y un vendedor ambulante al lado. Todo aderezado con familia numerosa, patriarca al frente, de fondo.

Escena típica número dos Turistas tomando cocos y pescaitos fritos en uno de los puestos Skol de Copacabana. No os dejéis engañar, las caipirinhas vienen de camino. ¡Admiremos todos el teselado del paseo!

Escena típica número tres Cariocoas jugando el volley-playa en el puesto 5 de Copacabana. Al fondo el Pão de Açúcar y a la izquierda el eclipsante teselado del paseo. Ni os imagináis como se siente uno al pisarlo...


Caminando por el maravilloso teselado de Copacabana en dirección sur y tras atravesar una zona de edificios, llegamos hasta la praia de Ipanema. Una de las cosas más sorprendentes es que, cuando los tangas locales pasan a tu lado, la melodia de “La Garota de Ipanema” suena de fondo. Ipanema nos ofrece los mismos detalles que Copacabana, a excepción de su orientación y de Arpoador, una pequeña zona de surfistas situada al principio de Ipanema y que abarca unos escasos 30 metros. Parece ser que Rio no es el mejor sitio para hacer surf.
Vista panorámica de Ipanema, con los complejos hoteleros en primera linea de playa, el Morro Dois Irmaos al fonto y un carioca local, siempre atento a los vaivenes de las olas y (principalmente) de las garotas. ¿Qué estará mirando con tanto interés?

Ahora entiendo la fija mirada de nuestro carioca. El paseo las lleva hasta la praia de Leblon, prolongación de Ipanema, y hacia la fabela de Vidigal. Sin duda Leblon es un lugar excepcional para comenzar el paseo de regreso.

La soledad del surfista en Ipanema. Al fondo las despobladas islas Cagarras.


Un relajado paseo[6], tomar el Sol, darse un bañito, tomarse una caipirinha (otra vez), admirar a las morenas locales... para todo ésto y mucho más dan las dos playas más conocidas de la ciudad. Y una vez cargadas las pilas, nada mejor que visitar los monumentos más emblemáticos de Rio.


El Cristo del Corcovado

El Cristo Redentor, situado en la zona más alta del cerro del Corcovado (713 metros), es el símbolo del Rio de Janeiro del siglo XXI. Denominado una de las 7 nuevas maravillas del mundo moderno[7], esta imponente escultura tiene 30 metros de altura y un sobrepeso de 635 toneladas métricas[8].

El cerro del Corcovado se encuentra dentro del espacio natural del Parque Nacional de Tijuca, por lo que no podemos acceder al Corcovado con vehículo propio. La entrada del parque se situa a un par kilómetros del Cristo: tras pagar la entrada (13 R$) nos acomodamos en una de las furgonetas del parque, que suben y bajan a los turistas a un mareante ritmo (tanto en cifras como en curvas). Para llegar a la entrada del parque nosotros decidimos tomar un taxi desde el hotel. Pactamos un precio de 100 R$ por taxi, incluyendo ida, vuelta y la espera durante la visita. Disfrutad el paseo a toda velocidad[9] y no dejéis de admirar a los ciclistas que os crucéis durante la ascensión. Otra opción, mucho más auténtica, es utilizar el tren del Corcovado.

La cantidad de gente que visita el Cristo es agobiante. Pero tranquilos: siempre aparece un hueco para hacernos todas las fotos típicas que queramos.


Un día de estos el Cristo se cansará de que la gente haga el tonto (claro ejemplo a la izquierda) o de que no le tomen en serio como icono de reflexión cristiana (claro ejemplo a la derecha). Ese día, cual Stay Puft en los cazafantasmas, empezará a repartir collejas. Y el momento de dos brazos de 30 toneladas es como para ponerse serio.

Pero basta ya de mirar hacia arriba y disfrutemos las estupendas vistas de Rio y sus playas... ¿otra vez pensando en caipirinhas? Veo que ya sois unos cariocas más.
El Lagoa Rodrigo de Freitas y el barrio de Ipanema. En este lago se disputarán las competiciones de vela y remo de los JJOO de 2016[10]. Siempre al fondo, las islas Cagarras.

Tras esperar pacientemente (codo, codo, codo) nuestro turno en el mirador (pesadilla de gente, ¿tanto tiempo necesitan?) disfrutaremos de las espectaculares vistas del Pão de Açúcar (¡al fin!) y la praia de Botafogo (sí, un par de miles de fotos más y ya le dejo el sitio... serán impacientes). Ya no queda ninguna duda de por qué el apodo de “La ciudade Maravillosa” (ya está bien con el codito, ¿no?). ¿Nos damos una vuelta por allí? (todo vuestro... ¿contentos?).




Pão de Açúcar

Aunque nosotros hicimos la visita en dos tardes se puede trazar un magnífico plan para un día. Lo primero es llegar hasta praia Vermelha. Lo mejor es hacerlo en taxi, ya que la parada de metro más cercana (Botafogo) queda a un paseo nada agradable por Urca y sus carreteras.
El Pão de Açúcar desde praia Vermelha. La arena es más oscura que en el resto de playas de Rio, de ahí su nombre (prefiero creer que la razón es esa y no la presencia, durante varios siglos, de un fuerte de defensa en esta posición).


Tras la relajación llega la hora de comer. En Brasil podemos encontrar 4 tipos básicos de locales:
  1. El Restaurante. El de toda la vida, donde pides tu plato/menú, tú bebida, tu postre y tu café y pagas el precio establecido. En la zona de Copacabana están por toda la línea de playa a unos 35-40 R$.
  2. El “al kilo”. En esta ocasión tenemos buffet libre de arroz, judías pintas, carne en espada (picanha[11] y coranzones de pollo incluidos), fruta, ensalda, sushi, etc. Ponemos lo que más rabia nos dé en un plato y un amable dependiente nos pesará y apuntará el precio de nuestra selección en una hojita, donde también nos marcarán las bebidas. Limpiamos el plato a dentelladas. Repetimos la operación una y otra vez. Al final pasamos por caja y pagamos por lo comido (25 - 30 R$/kilo) y bebido. Lo bueno es que pagamos lo que comemos, así que los días de gula sarán más caros que los de frugales bocados, pero en todo caso baratos (menos de 30 R$).
  3. La churrascaria/rodizio. En este caso pagamos por adelantado la comida (como siempre, la bebida a parte), y un amable señor con carne asada a fuego lento y ensartada en una espada nos ofrecerá toda clase de cortes... hasta que no podamos más. Estos restaurantes son caros (unos 50 R$), pero la calidad es mucho mejor que en los “al kilo”.
  4. El puesto callejero. El más barato (2-3 R$ la unidad). El más arriesgado. Ideal para tomar algo en la playa o para matar en hambre con unas empanadillas rellenas ricas en grasas saturadas.



Para bajar la copiosa comida lo mejor es cruzar la playa y adentrarse en la Mata Atlántica[12] por la Pista Claudio Coutinho. Las lianas, las plantas exóticas y los monos, mucho más agradables si tenéis comida entre las manos, harán las delicias de todos.

Para terminar el día, el plato fuerte: la subida al Pão de Azucar. La subida se realiza en teleférico (bondinho en portugues), operativo desde 1912. El teleférico tiene dos tramos, con un paseo de unos 5 minutos entre estación y estación. El ticket cuesta unos 45 R$ y podéis pasar todo el tiempo que queráis arriba, a 396 metros sobre la praia de Botafogo. Un tiempo necesario, ya que hay que cargarse de paciencia para lograr un buen sitio a base de (otra vez) codos y empujones. Una vez en vuestro sitio sólo queda disfrutar de las maravillosas vistas de Rio de Janeiro y su atardecer.
Vista del Pão de Açúcar desde el Morro da Urca, a 220 metros de altura. Al atardecer la condensación hace aparecer las nubes, poniendole emoción e intriga a las esperadas vistas.

Copacabana, Botafogo, el Corcovado, Urca... todos despiertan a la noche de Rio de Janeiro (pasa el cursor por encima de la imagen). ¡Es la hora de la samba!



El barrio de Lapa

El barrio de Lapa y su avenida principal, la Mem de Sa, son el centro neurálgico de la vida nocturna de Rio; samba, cerveza y ¡caipirinha! La caipirinha es la bebida típica de Brasil. Para hacerla sólo necesitáis limas, azúcar, hielo picado y cachaça, a su vez el licor típico de Brasil. ¿Ya tenéis todos los ingredientes? Bien. Para entrar en ambiente mientras la preparáis podéis escuchar algo de música brasileña[13]. Terminaremos aderezandola con una pajita para evitar la cachaça de la parte superior y la consiguiente cara de “ésto está muy cargado, pero aún así me lo tomo”.
Pues así todos los días, siempre caipirinha en mano.


Pasamos por Lapa varias veces y siempre parecía una ciudad distinta. El domingo por la tarde, tras una decepcionante visita a la zona centro[14], nos encontramos con una bervena en el cruce de Mem de Sa y Gomez Freire. La caipirinha (7 R$), la cerveza (en botellas de 630 ml, 4 R$), la comida de los puestos (3 R$), la música y los bailes, la esencia del verdadero Rio; hicieron de la noche una experiencia inolvidable. Tanto que las chicas del grupo se tatuaron un bonito motivo y la leyenda BRAGAS09 en la muñeca. Con henna, sí, pero el detalle es lo que cuenta.

Uno de los sitios de moda en Rio, al menos durante nuestra visita, era el Rio Scenarium. Un local de varios pisos con música en directo y una peculiar ambientación. El día de conocerlo es el jueves, ya que la entrada es gratis y hay mucha más gente.

Las féminas con su estupendo tatuaje conmemorativo de BRAGAS09 y su eterna caipirinha. ¡Y eso que sólo estamos al principio de la noche!


Los viernes y sábados podemos disfrutar de Lapa en la calle. En los Arcos de Lapa, comienzo oficial de la zona nocturna, encontraremos decenas de puestos de comida y bebida a precios más que razonables, sobre todo porque algunos locales aprovechan a cobrar entrada durante el fin de semana. Una experiencia para vivir Rio a ritmo de samba. Por último, si lo que buscas es algo más tranquilo y exclusivo, los locales de Leblon[15] son la elección acertada.


El Sambódromo y Maracanã

El recinto donde se celebra el famoso carnaval de Rio y el estadio donde se disputará la final del mundial de 2014. Paradas obligatorias para los amantes de la fiesta y el fútbol, como yo... aunque, siendo agosto, no había ni lo uno ni lo otro, lo cual justifica que no visitara ninguno de los dos. Bueno, eso y la falta de tiempo, que la mayor parte del día la pasaba en el congreso (sí, ¿os acordáis? Era por eso que estaba en Rio). Además, así ya tengo una excusa para volver un febrero/julio cualquiera.

Y hasta aquí la crónica de la “ciudade maravillosa”, desde la cual me despido de vosotros...
... mientras disfruto de un buen par de cocos.



[1] BRAGAS09: BRAsil, GAlaxias y Samba 2009. Un fructifero viaje de trabajo con su correspondiente ración de turisteo por Rio de Janeiro y alrededores.

[2] Nuestro cambio fue 1€ ~ 2.5 R$, por supuesto mucho mejor que el cambio que podéis encontrar en España. Moraleja: deja para Janeiro lo que quieras cambiar hoy.

[3] Los puesto de Copacabana e Ipanema, numerados del 1 al 6 y del 7 al 10, respectivamente, sirven como lugar de encuentro de diferentes grupos. Al menos eso dicen en las guías porque, quitando la zona de deportes, yo fui incapaz de ver algún grupo en concreto. En todo caso escoged vuestro número preferido y ¡a disfrutar!

[4] Recuerdo con cariño a uno de ellos, de Venezuela. Hacía/vendía pendientes y nos “regalo” uno con la forma de nuestra inicial a cambio de un par de cervezas. Así evitamos un intermediario porque, para que engañarnos, el dinero habría acabado igualmente en su gaznate.

[5] Sé que lo estáis deseando, pero aún no es el momento de centrarme en la bebida.

[6] Para los que prefieran las bicicletas a caminar, la ciudad cuenta con un sistema de alquiler de bicicletas.

[7] El mecanismo es sencillo: te inventas una lista de lo que sea y los internautas se dedican a votar para que su aspirante preferido (normalmente el de su país) quede entre los primeros. Esto suele dar lugar a votaciones masivas, lo cual aporta jugosos dividendos en publicidad a los organizadores de un evento sin ninguna validez oficial.

[8] Para los que conducen por la izquierda: estamos hablando de 100 pies y 700 toneladas cortas.

[9] En el Rio diurno el volumen del tráfico hace que los taxistas no puedan recrear su más admirado evento deportivo. ¿El mundial? Sí, pero el de Formula 1. Con la caida del Sol el circuito urbano de Rio se llena de Massas, Barrichelos y Nelsinhos. Abrochaos bien los cinturones...

[10] Juegos en los que Madrid se quedó a las puertas. Como conocedor de ambas ciudades, y sintiendolo mucho, para mi Rio era una candidatura más atractiva. Además... ¡todos sabiamos que dos veces seguidas en Europa no iban a ser!

[11] La picanha es la carne más característica de Brasil y no podéis dejar de probarla junto a una cerveja bien fría. Eso siempre que tengan en el fuego: ¡hay que estar atento, que todo el mundo está pendiente de la picanha!

[12] Aunque la selva Amazonica es la más conocida, la Mata Atlántica es un tipo distinto de selva tropical que ocupaba una gran extensión de Brasil. Ahora, sin embargo, sólo queda un 10% de ese área. Esperemos que los proyectos de recuperación nos permitan disfrutar de ella muchos años más.

[13] Mis conocimientos sobre música brasileña son tan vagos como los referentes a mujeres y se resumen en Carlinhos Brown, la banda sonora de la fantástica película “Brazil” y la lambada. Sobre todo la lambada.

[14] Nada recomendable en esos horarios: todo estaba cerrado y no había un alma por las calles. Ni siquiera los asaltantes de turistas, sin duda concentrados en lugares más productivos.

[15] Parafraseando a un taxista: “En Leblon hay pijos, en Ipanema maricas y en Copacabana están las putas”. Ahora que cada uno se acerque a su barrio preferido.