25/2/07

PARIS, DIA 5 (06/11/2006)

En mi recuerdo aún resuena la música:
Crystall ball forever

Lunes por la mañana. El día esperado y para el cual se había preparado el viaje. El día del concierto de Keane.
Por la mañana realizamos un quiebro al pasado y nos situamos, de nuevo, en la cola de la exposición de Doisenau en el Hôtel de Ville. Tras un rato de tensa espera temiendo que el destino volviera a hacer de las suyas, logramos entrar y disfrutar del arte urbano de este gran fotógrafo. Un deleite para la vista y un redescubrimiento del blanco y el negro.


Tras las compras obligadas, una cita nos espera en la puerta de Notre Dame. Allí está Juan, un colega de la facultad y de mi primera estancia en Tenerife como becario de verano. Nos encontramos y saludamos de forma efusiva[1], disfrutando de una merecida comida en uno de los kebap de la zona.
Tras ponernos al día, decidimos dar un paseo y conocer los pocos lugares emblemáticos de París que nos quedan por visitar, como por ejemplo la Opera de París (no confundir con la Nueva Opera de París).


Galerías Lafayette. Es como cualquier gran almacén, pero con mucho más lujo (y, por supuesto, con unos precios mucho más elevados). Dos cosas a destacar: si subes a “la Terrasse”, en la séptima planta, puedes disfrutar de unas preciosas vistas de París, esta vez al nivel de los tejados. Al contrario que en la torre Eiffel, donde todo está extremadamente lejano, aquí te sientes más cercano a la ciudad[2] y París llena el horizonte.


La segunda cosa a destacar son los escaparates de la galería. En teoría estos escaparates son alegorías fantásticas mecanizadas que sirven para alimentar la imaginación de los infantes franceses en época de navidad[3]. El problema surge cuando uno intenta, con sus mejores intenciones, plasmar esa fantástica idea repleta de espíritu navideño a la realidad, ya que la mejor palabra para describir estos escaparates es “bizarro”. Conejos con cuchillos y ojos saltones cuyo único objetivo eres tú, osos cazadores con crueles intenciones amordazando a otros animalitos y toda clase de seres que, hasta ese momento, uno creia puros y afables. Realmente es un milagro que con estas influencias haya algún parisino abrazado a la cordura... ¿o realmente no lo hay?

Canales. En la zona noreste de París existe un canal cuyo curso seguimos en nuestro paseo. Además, en este canal tiene lugar una de las secuencias de Amelie[4]. Durante el recorrido pudimos ver la estatua de la republica francesa y acabamos, finalmente, en el Bassin de la Villette, una especie de lago artificial navegable con comercios muy de moda en las orillas. Por suerte, salimos de allí sin conocer el precio de un café.

Ciudad de la música. La tarde no da para más visitas, y los tres nos dirigimos a la ciudad de la música por que... ¡ya quedaban pocas horas para el concierto! Este recinto, diseñado por Christian de Portzamparc, curiosamente el mismo diseñador de la Nueva Opera de París, cuenta con varias salas para realizar conciertos, un museo, parques y paseos. Una vez allí nos dirigimos rápidamente “Le Zenith”, y en el camino nos ofrecieron entradas de reventa unas diez veces[5].
Al alcanzar la sala nos encontramos con la cruda realidad: las colas para entrar eran enormes. Sin embargo, y gracias al conocimiento en teoría de colas adquirido en días anteriores, nos situamos en el lugar más óptimo y pudimos entrar bastante rápido. Juan nos acompaño hasta donde fue posible, y nos despedimos de forma efusiva[6].

El concierto. Nada más entrar en el recinto nos dimos cuenta de que estaba prohibido fumar. Este pequeño detalle contrarió a María, pero a mi me pareció estupendo el poder disfrutar del concierto sin humos.
Tras dar una vuelta para familiarizarnos con el lugar, comer algo y comprarnos ropa del grupo (sudadera para María, camiseta para mi); nos situamos en la que sería nuestra pequeña parcela durante el concierto.
La espera era tensa y los minutos pasaban lentos. No dejaba de llegar gente y la sala acabó llenándose. Y dieron las 20:00. Y el concierto comenzó... con los teloneros. No sabíamos que había teloneros, pero animaron a la gente todo lo que pudieron. Tras este primer bocado musical, llegó el plato fuerte: Keane.
Fue genial. Saltamos, cantamos, gritamos, vibramos. Hubo momentos emotivos, ya que el cantante del grupo pasó todo el verano en una clínica de desintoxicación por problemas con el alcohol[7], y hubo momentos intensos. El sonido era muy bueno, los juegos de luces acompañaban cada canción perfectamente y solo la presencia de los dos franceses más altos de la historia delante nuestra empaña un poco el recuerdo del concierto.


Tras el concierto hicimos lo que haría cualquier fan histérico: ir a la parte de atrás del local a la espera de que saliera el grupo. Sin embargo, y debido al tremendo fría que hacía, no pudimos esperar lo suficiente para ver a Keane. Otra vez será.
Regresamos a casa de Carla (reverencia) y descansamos lo mejor que pudimos, tanto por la intensidad del concierto como por el largo regreso que nos aguardaba al día siguiente.


[1]Carlos: “¡ Qué pasa puta !”
Juan: “¡ Qué pasa gorda !”

[2] Y esa cercanía produce en ti el deseo de estar en un edificio más alto. Pero, si estuvieras allí, todo los detalles dejarían de verse y desearías estar en un edificio más bajo. Moraleja: el hombre nunca está conforme con el tamaño.

[3] Si, el viaje fue en noviembre... pero ya sabéis que cada año los centros comerciales hacen que la navidad empiece un poquito antes para aprovechar el tirón comercial. Las efemérides económicas dicen que la navidad del 2008 comienza el 28 de octubre.

[4] Las películas francesas que conozco son Amelie (evidente por mis continuas referencias), Los chicos del coro (pelicula de desbordante optimismo), La cena de los idiotas (comedia francesa, no hay más que decir), todas las de Asterix (las conozco, pero no he visto ninguna) y El quinto elemento (una de mis películas de aventuras preferidas... fue una sorpresa descubir su origen francés).

[5] Da gusto saber que, por muy improvisadas que sean las cosas y por muy tarde que llegues a un evento no gratuito, uno siempre puede acudir a la reventa y deshacerse de ese riñón que tanto le molesta.

[6] Carlos: “¡ Hasta luego puta !”
Juan: “¡ Hasta luego gorda !”

[7] Estos problemas hicieron que la gira por EEUU y Canadá del grupo se suspendiera. Y que, hasta una semana antes del concierto, no se supiera si finalmente iban a actuar. Fueron semanas de tensión y visita diaria a la web del grupo.

20/2/07

FRANCIA



Ver Francia en un mapa más grande.

Francia se sitúa en el centro de Europa Occidental y es uno de los paises fundadores de la Unión Europea. Para los más curiosos, aquí podeis conocer más sobre Francia y su historia.

He visitado varias ciudades francesas hasta el momento y espero poder conocer más en el futuro pero, hasta entonces, disfrutad de...


PARIS, DIA 3 (04/11/2006)

Teoría de colas: axioma de Moulin Rouge

Un maravilloso día amanece en París. Todos los turistas se levantan pronto para aprovechar la mañana y disfrutar de la belleza de la antigua capital de la cultura mundial[1]... ¿todos? ¡ todos no ¡ Un par de españolitos se lo toman con tranquilidad antes de saludar a la ciudad. ¿Su objetivo? ¡ Subir a la Torre Eiffel !
La visita del día anterior nos permitió disfrutar de la mole de metal al atardecer y comprobar sus magnificas colas, con la mala suerte de que el tercer nivel estaba cerrado (la torre tiene tres niveles, en las fotos se ven bastante bien). Por eso decidimos dejar para el segundo día la ascensión. Esta vez el viaje fue en el cómodo metro y en poco tiempo nos situamos al final de una de las colas, siguiendo el primer postulado de la teoría de colas[2]. Y esperamos. La espera fue de unos 45 minutos aprox. con un desembolso de 11.50€ para subir a lo más alto de la torre (para los otros niveles el precio es menor y también se puede subir andando. El mundo está lleno de valientes e insensatos). El ascensor nos llevó primero al segundo nivel, donde tuvimos que esperar de nuevo para ascender al tercero. Otros 45 minutos de espera. Pero, como casi siempre, la espera merece la pena. La subida en el ascensor hasta el tercer nivel es tremenda, ya que es acristalado y puedes ver como te alejas del suelo a toda velocidad y como la estructura de la torre es cada vez más pequeña... ¡ no apto para gente con vértigo !
Una vez arriba la vista es... bueno, juzgar vosotros mismos.

El Trocadero
Este curioso edificio fue construido para la exposición internacional de 1937 tras demoler el palacio que se levantó para la feria mundial de 1867. Moraleja: En París solo se preocupan de construir algo cuando el resto del mundo mira.

El Sena y la estatua de la libertad
Casi no se puede ver en esta foto, pero al final de la isleta en medio del Sena se puede ver el prototipo de la estatua de la libertad de USA, que fue un regalo de Francia a NYC en 1886 para demostrar lo “amiguitos” que eran. Curiosamente las dos estatuas se están mirando una a la otra. Años más tarde USA le regalaría Francia una replica de la antorcha de la estatua. Generosos.

El arco del triunfo y la gran ciudad
En medio de la maraña de calles, coches, casas, tiendas, gente, animales, plantas y minerales se alza, enorme, el arco del triunfo. También podemos contestar a la mítica pregunta ¿de que color es París? París es blanco y está enfocado con menos de tres rones encima.

Tras pasar un buen rato en lo alto de la torre decidimos que era hora de volver a suelo firme. Esta vez no había colas, y la bajada buen rápida y eficaz, aunque no lo disfrutamos tanto[3]. Antes de ir a comer a casa de Carla (reverencia) hicimos un alto en otro de los edificios emblemáticos de París: Les Invalides. Este edificio fue construido por Luis XIV para dar cobijo a los pobres tullidos de guerra que se quedaban sin hogar. Más tarde fue mausoleo (en el se encuentran los restos de Napoleón) y ahora alberga un museo de la armada. Una vida llena de cambios la del pobre edificio.


Tras un rato de no hacer nada y disfrutar de las vistas y el Sol, que andaba en lo más alto del horizonte, fue hora de ir a casa de Carla (reverencia) a comer. Ahora que era de día pudimos disfrutar mejor del patio interior de la casa y de todos sus encantos.

Comida y descanso reparador nos prepararon para el siguiente reto de la tarde: visitar la exposición de Robert Doiseneau que había en el Hôtel de Ville, también conocido en castellano como ayuntamiento. María es una gran admiradora de este fotógrafo, y cuando nos enteramos de que había una exposición gratis[4] a escasos 15 minutos andando de la casa de Carla (reverencia) la visita era obligada (bueno, si la exposición hubiera estado a una hora en burra la visita habría sido también obligada). A las 17:30 de la tarde nos situamos a la cola de entrada, con tiempo suficiente porque la exposición cerraba a las 19:00 ¡ O al menos eso creíamos ! Los previsores franceses, para dar tiempo a que todo el mundo que entre vea la exposición tranquilamente, pusieron la última entrada a las 18:15 y, como estareis imaginando, no nos dio tiempo a entrar por 10 personas, sufriendo la excepción del tercer postulado de la teoría de colas[5]. ¡ Un desastre ! Pero lo importante es no desfallecer y el lunes lo intentaríamos de nuevo, esta vez con más tiempo.

Mientras esperábamos en la cola Carla (reverencia) se nos unió en la espera y, tras quedarnos fuera, decidimos visitar Montmartre, que yo conocía por ser donde vivía, trabajaba y soñaba Amelie Poulain. Optamos por el metro y unos transbordos después estábamos en las escaleras de subida a la “basilique du Sacré-Coeur”, deslumbrante por la noche. Carla (reverencia) nos contó el insulto que es la basílica para la arquitectura como arte, ya que es una mezcla de todos los estilos inventados hasta la fecha de su construcción. A mi me pareció curiosa, pero me daba la sensación de que, efectivamente, algo no encajaba en la construcción: arcos románicos en pilares góticos, planta cuadrada, estatuas ecuestres...


Luego pasamos un rato en un bar de la zona, en el cual volvimos a sufrir la maldición de la “happy hour”. Esta vez el problema fue nuestra velocidad, ya que pedimos las cervezas a las 19:55, y los descuentos empezaban a las 20:00 (por supuesto eso lo descubrimos después). Tras eso buscamos sin resultado el bar de Amelie y acabamos en el Moulin Rouge. La calle en la que estaba el cabaret es impresionante, llena de sexshops, espectáculos de variedades, clubs de alterne y cabinas a módicos precios (hasta 1€ en algunos casos). Neón y sexo por todas partes[6]. El sitio indicado si queremos descargar tensiones tras un arduo día de trabajo o si queremos comenzar una bella historia de amor repleta de intrigas y actuaciones musicales.


El resto del día fue como un sábado típico de vacaciones en París. Cena, su poquito de botellón patrocinado por Arehucas (ron canario de moda llevado como presente) y salida por los bares y locales de la zona de Bastilla... ¡Qué os voy a contar que no sepáis[7]! Por esa razón, y para no repetirme, solamente diré un “hasta mañana”.


[1] Como todos sabemos eso fue en el siglo XIX, cuando Francia era la primera potencia mundial y lo más chachi era ser bohemio en el Moulan Rouge (mi fuente es la reseña de la película, perdonad que no me digne a visitar la wikipedia). Tras un par de invasiones alemanas, New York tomó el relevo como capital cultural del mundo-menos-Rusia. Si es que estos artistas no tienen aguante.

[2] Primer postulado de la teoría de colas: “Toda cola es válida como vía y el tiempo de espera es el mismo en cualquiera de ellas”. Por tanto, la velocidad de una cola es puramente psicológica y lo mejor es escoger una al azar y no mirar nunca jamás las desechadas.

[3] Segundo postulado de la teoría de colas: “El trabajo realizado al estar en una cola es siempre igual a cero”. Por tanto, si estar en una cola no es trabajo ha de ser, por eliminación, tiempo de ocio y disfrute: hacer cola es divertido y deberíamos estar agradecidos a los bancos, a los parque de atracciones, a las oficinas del paro y a la seguridad social.

[4] ¿Puede haber algo más excitante y divertido para un español que disfrutar de cualquier cosa que sea gratis? Si existe hacédmelo saber para poder hacerlo sin pagar. Y por cierto, aunque sea gratis puedes quejarte, exigir y sentirte estafando y ofendido (quiero mi anime gratix).

[5] Tercer postulado de la teoría de colas: “Toda cola conduce, de forma univoca, a un punto en el espacio, pero no en el tiempo”. Hay que joderse.

[6] Teoría de colas, axioma de Moulin Rouge: “Si eres macho... ¡¡menea tu cola con brío!!”. Y no seré yo el que contradiga una teoría tan sólida y llena de fundamento.

[7] Resumiendo, “Salir, beber, el rollo de siempre, meterme mis rayas, hablar con la gente, llegar a la cama y joder que guarrada sin ti.... y al día siguiente...” Grande Extremoduro.

19/2/07

PARIS, DIA 2 (03/11/2006)

Entrenamiento para el camino de Santiago en ciudades Europeas con encanto.
Lección 1

Desayuno abundante, que el día lo merece, y petición al buen hombre del hotel de asilo político para nuestras maletas y bienes hasta que, por la tarde, regresemos a por ellos para ir a casa de Carla (reverencia).
En frente del hotel Venise (foto de la izquierda) realizamos nuestra primera visita a los comercios locales[1]. ¿Nuestro objetivo? Fiambre, pan y líquido, que la vida de estudiante no da para muchos más lujos. Y ahí empezó
nuestra gran pateada. No podría decir los kilómetros que hicimos, pero no fueron pocos.


La plaza de la Bastilla. Tras un rato de callejeo, disfrutar de las vistas (sobre todo María con los franceses) y visitar alguna que otra tienda (por la mañana uno va atento a todo y no le importa quedarse media hora viendo un escaparate. Señalar que en París, además, esto sucede también durante el resto del día) llegamos a la plaza de la Bastilla. En ella se encuentra la Opera Nacional de París-Bastilla y la columna de Juillet (a la derecha), que conmemora los soldados caídos durante las revueltas urbanas del 27, 28 y 29 de Julio de 1830 (que cosas aprende uno a estas alturas de la vida). La ópera me sorprendió por ser moderna, ya que yo esperaba el típico edificio con solera en plan Liceo o escala de Milán... aunque bueno, lo importante es la acústica del recinto y no lo feo que sea por fuera.
La opera es el edificio de la derecha en la foto en la cual mi menda pasa, no sin dificultades, el típico paso de cebra parisino lleno de parisinos que esquivan coches en llamas (es lo que tienen las modas) de otros parisinos. Que me sentí como uno más de “La France”, vamos[2].

Otra cosa es que no encontramos la mítica Bastilla. Si si, esa que se tomó hace un porrón de años y que marca el inicio de la Edad Contemporanea. Lo que yo no sabía es que fue demolida 2 días después de “la toma”, así que complicado visitarla aunque fuera un poquito.

Place des Vosges
. El destino es caprichoso y pasamos un rato en el que sería “nuestro” futuro barrio. Carla (reverencia) vivía por esta zona, la mar de céntrica, en la que hay que destacar la cantidad de tiendecitas con encanto que hay y la llamada “Place des Vosges”. Esta plaza, para algunos la más bonita del mundo[3], vivía hace tiempo la realeza y nobleza más noble de Francia. Por desgracia cierto día contrajeron una enfermedad bastante chunga llamada “revolución” que hacía que se les cayeran las cabezas. Por supuesto ser noble dejó de molar y en la plaza pasaron a vivir los burgueses más burgueses de Francia, que eran igual de malos que los nobles pero mucho más listos.
La plaza estaba llena de gente que aprovechaba el Sol del día, así que nos toco sentarnos en un banco a la sombra. Hay que reconocer que el sitio tenía su encanto para perder el día leyendo, escuchando música o mirando a las chiquillas pasar. Otro dato es que no había ningún chavalillo tocapelotas jugando el fútbol... ¡ y eso se agradece a la hora de no hacer nada ! Por cierto, la dama que sonríe a la cámara es María[4].


La catedral de Notre Dame. Nuestra siguiente parada era el primer sitio típico típico de París. La catedral de Notre Dame está situada en una de las dos islas que hay en el Sena al paso por París y, por supuesto, estaba a rebosar de gente. Pasamos de subir a las torres, que la cola era bastante larga, así que entramos para disfrutar de su arquitectura gótica, sus rosetones y del río de gente en su interior. Visita indispensable.
A mi, personalmente, me encantaron las vidrieras. Estaban llenas de colores y se podía ver el cambio gradual de tonos dependiendo de la posición de la vidriera respecto al Sol. Además me fascina la atmósfera que crean, menos cavernoso y rígido que las catedrales románicas, y no tan recargado y ostentoso como las barrocas. Estilismo en su justa medida, arcos gráciles y colores dinámicos. Los góticos si que sabían hacer chavolas, carajo.
Tras la visita perdimos un rato en la plaza y dimos un par de vueltas a la espera de que abrieran los baños públicos: cierran a las 12:00 y los vuelven a abrir a las 13:00. Avisados quedáis, pequeños.

Nuestro siguiente destino era el museo del Louvre, así que partimos de la plaza y atravesamos el puente hacia la orilla norte del Sena. Paseando por su ribera disfrutamos de las vistas, los colores del otoño, el río y los innumerables puestos[5].

El museo del Louvre. Monumental. Mucho más inmenso de lo que me esperaba. Mucho más espectacular. Desgraciadamente no hubo tiempo para entrar, ya que es necesario perder al menos un día dentro o, en su defecto, aquella tarde. Y no podíamos permitirnos eso, sobre todo sabiendo lo pronto que anochece a esas latitudes (a las 7 ya es noche cerrada). Así que realizamos nuestro alto para comer ese rico bocadillo secundados por la Pirámide del Louvre y cogiendo calorcito cual lagartos.


Tras la comida dejamos atrás el Louvre y dimos un paseo por el parque de Les Tuileries en dirección a los campos Eliseos y el arco del triunfo, que ya se veía al fondo (muy al fondo), y la Torre Eiffel, que se vislumbraba en nuestra izquierda.

Les Tuileries estaba rebosante de gente que, como en Place des Vosges, se dedicaba a ver la vida pasar. Sobre todo me encanto encontrarme de cara con el otoño. Colores ocre y marrón, un suelo tupido de hojas caídas[6], el frío seco y el alivio de unos rayos de Sol. En Tenerife no puedo disfrutar del otoño y, tras dos años sin él, se agradece reencontrarse con un viejo desconocido.

Antes del llegar a los campos Eliseos pasamos por la plaza de la Concordia, donde se encuentra el Obelisco de Ramses II, que, por si hay alguna duda, fue robado por Napoleón en sus días de chico malo por tierras de Egipto.

Los campos Eliseos. Realmente me decepcionaron un poco, ya que no dejaban de ser una extensión del parque de Les Tuileries. Quizá hubiera algo especial o digno de mención en ellos, pero nosotros no lo vimos. Así que continuamos nuestro paseo por la avenida de los campos Eliseos en dirección al arco del triunfo. Esta avenida es la más “cool” de todo París. En ella se pueden encontrar las tiendas de las marcas más finas de ropa, coches, perfumes y lo que se te ocurra. Nosotros paramos en la tienda Adidas (reconozco mi actual debilidad por la inmensa mayoría de los diseños que tienen), donde María adquirió un bonito y práctico bolso y yo una camiseta que me encantó; en una especie de “zona Renault” dedicada al reciente campeonato del mundo de F1 obtenido por Alonso y, al menos yo, me quede alucinado con la tienda de un famoso diseñador. ¡¡ Nunca había visto cola para entrar a una tienda !! Ocupaba un edificio entero de 4 plantas al menos y se veía bastante vacío, como si solo dejaran entrar a 50 personas (por ejemplo). Demasiado lujo para esas horas de la tarde, la verdad. Al final de la calle más fashion que recuerdo, incluso por encima de la quinta avenida de NYC, llegamos al fin al arco del triunfo.

El arco del triunfo. Es un monumento extremadamente grande, más grande de lo que me imaginaba. Lleno de simbolismos y de conmemoraciones, sin duda magnifico. Además hubo suerte y ya empezaba a caer el Sol, con lo que disfrutamos de una luz especial que le daba aún más relieve al monumento[7].

Pero todo tiene su punto malo, y el cansancio y el frío empezaban a hacerse notar. Así que rápidamente marcamos un paso “molto vivace” hacia la última parada del día: la emblemática Torre Eiffel.

La Torre Eiffel y el Trocadero. Tras un rato de paseo realizamos contacto visual con la Torre de hierro. En este punto lo mejor es poner una gran cantidad de fotos altamente sugestivas y que lograrán que la envidia os corroa (son este tipo de cosas las que hacen tan populares mis escritos).


¡¡ Tio bueno, tio bueno !!
No se me ocurría un nombre mejor para esta foto, que demuestra que cualquier especimen macho de humano luce interesante con la Torre Eiffel al fondo. Algo fálico, que diría Freud.

¡¡ Guapa, guapa !!
Esta vez no es inventiva, es lo que hay. El primer guapa para María, el segundo para la Torre. El atardecer y París al fondo ayudan a engrandecer este momento genial desde el Trocadero.

La envidia es muy mala
Es increíble lo que hacen algunos por envidia. No sabemos para que portada estaba posando la señorita-rubia-que-fuma-en-bikini, pero supongo que al ver nuestras poses anteriores decidieron hacer algo espectacular para superarnos. Lástima que no lo lograran, por que si algo tenemos María y yo es mala leche y logramos salir de fondo en todas las fotos.
Pd: Desde aquí un saludo a los dedos amputados, los sabañones (los diamantes de los pies, por que son para toda la vida) y los neumococos de la traquea de la modelo.


Anochecer
El Sol se despide de París. El azul deja pasó, un día más, a la negra noche que todo lo inunda. Los sueños, de luz y hierro, fascinan a los transeúntes que, por un momento, olvidan sus problemas, sus pensamientos, sus recuerdos; y se abandonan a la sensación de estar vivos. Alguien coge una mano, alguien besa unos labios, alguien siente el abrazo de un ser querido. Y todos se sienten seguros al saber que mañana, cuando el Sol se despida y el negro lo inunde todo, en ese lugar seguirán habitando los sueños.


En este momento, y tras una cantidad ingente de fotos, decidimos que era hora de regresar el hotel a por las maletas y encontrarnos con Carla (reverencia). Esta vez todo el trayecto fue en metro[8], que el cuerpo estaba ya bastante cansado.

Nos encontramos con Carla (reverencia) a la salida del metro, en la parada de Saint-Paul, y caminamos un par de calles hasta un portón de madera. Entramos y nos encontramos en un patio interior con muchas casas, arbolitos... todo muy cuidado. Un par de bloques después llegamos a nuestro destino, y subimos hasta el ático. Un cuarto de baño pequeñito, una cocina con lo justo, una habitación y una segunda cama en el salón (Carla tenía compañera de piso), y varias maderas situadas estratégicamente para golpearte la sesera. Hay que reconocer que era muy pequeño, pero la zona era inmejorable y el espacio estaba aprovechado de forma envidiable. Además la pared del salón estaba acristalada, lo que daba más sensación de espacio. Ahora éramos 4 personas en la casa, pero llegaríamos a ser 5... ¡ Todo un reto !

Dejamos todas las cosas y descansamos un rato. Y enseguida hubo hambre, así que decidimos salir a cenar al barrio latino. Tomamos de nuevo el metro hasta la parada de Luxemburg y andamos un buen rato. Yo no sabría llegar de nuevo a la zona, ya que me puse en modo “niño mochila” y me dejé llevar por Carla (reverencia) y su experiencia en el París nocturno. Pasamos al lado del Panteón y llegamos a la zona de bares y restaurantes. María y Carla (reverencia) tomaron los típicos “crepes”, mientras que yo me conformé con un kebab con patatas fritas[9].
Una vez saciada nuestra hambre tocaba saciar nuestra sed. Paramos en un garito con buena pinta en el que servían combinados, pero la estancia fue breve. El tipejo, también llamado camarero, nos dejó fuera de la “happy hour”[10]. Esto doblaba el precio de las bebidas, así que decidimos compartir, a lo que el tipejo respondió obligándonos a pedir 3 consumiciones. Por supuesto pasamos de él, nos piramos del lugar y fuimos a otro bar cercano, donde pedimos unas cervezas. El sitio no estaba mal, solo ponerle la pega de los adornos de Halloween que aún estaban en el local: la pared estaba forrada de una especie de tela de araña que se te pegaba donde le dieras oportunidad. El precio de las cervezas rondaba entre los 5€ - 7€, así que si vais por allí id preparando la cartera. Del precio de los “cubatas” ni nos enteramos.
Tras una agradable velada dejamos el bar y regresamos a casa de Carla (reverencia) y descansamos maravillosamente del durísimo día de turismo que habíamos vivido.


[1] ¿Por qué todos los comercios de barrio franceses huelen tanto a húmedo? Hay cosas que es mejor que el ser humano de a pie no se plantee por el bien de su salud.

[2] En ese momento mi vocabulario en francés era básico pero contundente: merci, mondieu y monamour. Parece ser que solo soy capaz de retener palabras que empiecen por “m” y que no estoy seguro de como se escriben.

[3] Dadme 500 universitarios, 300 botellas de ron, 1000 vasos, hielo y barra libre de coca-cola y la transformaré en una típica plaza madrileña de un sábado por la noche... ¡ eso si que es bonito !

[4] En este pie de página debería dar todos los datos personales de María, como nombre completo, dirección, números de teléfono y direcciones de internet, cuentas bancarias, historial médico... pero por alguna razón tengo un extraño apego a eso de vivir.

[5] En estos puestos no solo se vendían torres Eiffeles de todos los tamaños y colores, si no también revistas y cómics antiguos. Sin duda una maravilla para los nostálgicos como yo (si, soy nostálgico, que pasa).

[6] Todo ser humano, ante esa situación, siente el deseo irrefrenable de amontonar el mayor volumen posible de hojas secas, situarlas bajo algún columpio o árbol, trepar lo más alto posible donde los gritos de “¡¡ Baja de ahí ahora mismo !!” de padres/tutores/extraños entrometidos no llegan y lanzarse con un gritito hacia el montón. Bendita juventud en la que no se ve el peligro y los miembros partidos son solo trabas de unos pocos meses.

[7] La foto está realizada desde un paso de cebra, ya que era el mejor sitio posible para hacerla. Aunque no se ve, el conductor cachondo del coche de la esquina inferior derecha está poniendo caras raras y haciendo la señal de la victoria con las dos manos... ¿no dije que estábamos en una calle con clase?

[8] El metro es bastante caro en París. El billete sencillo son 1.40€ y si pillas 10 billetes (no un bono, si no 10 billetes sencillos. No me miréis así, se que es raro, pero yo no tengo la culpa) son 1.10€. Lo más rentables es coger un bono de todo un día o de varios días. El de un día cuesta 4.50€ (3.10€ si eres menor de 26 años y es fin de semana. Y, de nuevo, ¡¡ dejad de mirarme así !!) y tienes todos los viajes en metro que puedas hacer. Eso si, caduca a las 00:00, así que cuidadín con salir hasta tarde, que os conozco.

[9] En París toda comida, plato o aperitivo va acompañado con patatas fritas. Ahora se entiende el término inglés “french fries”. Y de nuevo se comprueba la definición universal de kebab: Trozos de torso con ensalada y el condimento o guarnición dominante del lugar de venta. Y, finalmente, uno se admira al ver las profundas reflexiones a las que se llega mientras mira como alguien hace la comida. Sublime.

[10] No lo sabríamos hasta más tarde, pero la maldición de la “japi auer” nos perseguiría durante todo el viaje.

18/2/07

PARIS, DIA 1 (02/11/2006)

No es avión todo lo metálico que vuela y hace “burrun burrun”

O quizá si. El día comienza demasiado pronto. A las 6 de la mañana. Una hora a la que me he acostado demasiadas veces y a la que nunca me había levantado. Esa noche dormí en casa de María, ya que el avión salía a las 7:50 y era mejor no empezar desperdigados. Este fastuoso plan nació el día de resaca anterior... ¿de quien fue la brillante idea de hacer festivo un miércoles? Aún así estábamos más lúcidos de lo esperado y algo tan fútil como “¿Por qué no te llevas el saco de dormir?” tendría consecuencias inesperadas para mi espalda, riñones y sistema fonador.

El viaje comienza como todos los viajes: con nervios y esa sensación de “mierda, me estoy dejando algo seguro”. El taxi nos recoge a tiempo y llegamos sobrados al aeropuerto de Tenerife norte: seguro de niebla, mal tiempo y acojone. Logramos pasar todo lo que teníamos (dos maletas, dos mochilas y el saco) como equipaje de mano, algo que el dios de la facturación nos haría pagar con creces.

2:30 horas después (3:30 incluyendo el jet-lag) aterrizamos en la Terminal 2 de Barajas en Madrid y esperamos, entre sudoku y sudoku[1], nuestro enlace hacia Barcelona. 45 minutos de viaje y una nueva espera, esta vez algo más larga, hasta que tomamos el avión hacia París. En esta ocasión si toco facturar, pero esta ofrenda llegaba demasiado tarde. El castigo divino estaba en marcha...

Otro rato de avión y, por fin, París aparece iluminado al fondo. Divisamos la Torre Eiffel y el arco del triunfo... ¡¡ si si si, nos vamos a Pagüís !! Una vez que teníamos nuestros equipajes la misión era clara: llegar al hotel. María me sorprendió gratamente (y a ella misma también) chapurreando algo que parecía francés. Al menos la gente autóctona lo entendió como tal, y nos permitió saber que autobus coger desde el aeropuerto hasta la ciudad (8.50€) y luego allí que línea de metro tomar. Además, durante el trayecto en autobús, María charló animadamente con una amable señora francesa que nos dio[2] un par de consejos muy útiles.


El autobús nos dejó cerca de la Ópera Nacional de París (a la derecha en la foto) y del centro comercial Lafayette. En la foto, además, podemos ver como la policía venía siguiéndonos. Nuestra fama nos precede y eso mola.

En esto ya empezamos a sentir el frío de París, pero también su belleza nocturna (y no me seáis mal pensados... aún). Muestra sin parangón de este sentimiento es mi careto y mi pose, para nada premeditados ni desarrollados especialmente para esta foto.

Un tranquilo viaje en metro y un agradable paseo en plan “quiero llegar ya” nos condujo al afamado hotel Venise, donde nos alojaríamos esa noche. El hotel era majete y la habitación no muy grande, lo necesario para pasar una noche. Si, una noche, por que finalmente Carla, la amiga Erasmus de María, nos dejaba quedarnos en su casa el resto de los días: grata compañía, ahorro en alojamiento y guía de París... ¡Un tres en uno en toda regla !

Cenamos pasta típica francesa en un restaurante típico francés (sobre todo por los precios) donde descubrí por primera vez el amor irracional de María por la palabra “voilá”[3] y que a las 23:00, en París, cierran los restaurantes (al menos los respetables con pinta de tapadera de la mafia).

Conciliamos el sueño con la versión chunga en francés de “Las seductoras” a la espera de un nuevo y reconfortante día de turismo.


[1] Carlos hace un sudoku. Y el sudoku está bien. María hace el mismo sudoku de forma distinta. Y el sudoku está bien. Pero nunca sabremos cual fue la solución que publicó el periódico al día siguiente. Moraleja: cuando uno está tanto tiempo en un aeropuerto hace importantes las cosas más sencillas de la vida. Gracias por estos momentos trascendentes, tráfico aéreo deficiente.

[2] Donde “nos dio” significa “le dio a María y luego María me informaba a mi”. Durante todo el trayecto estuve pescando (expresión chicharrera que significa “no enterarse de nada”).

[3] Lease “buala”. ¿Por qué se escribe de una forma y se dice de otra completamente diferente? Supongo que una forma de impedir que los que no sabemos el idioma seamos capaces de leerlo correctamente de primeras, logrando localizar al malvado extranjero invasor rápidamente.

PARIS

Muchos viajes de construyen partiendo de una idea loca.
En este caso esa idea fue ver a Keane en concierto. Partiendo de esa idea y viendo las fechas, lugares y modos posibles para realizarla, mi amiga María y yo compramos unos billetes de avión y una entrada.
Los billetes para viajar del 2 al 7 de noviembre haciendo las escalas necesarias (somos jóvenes y podemos permitirnos perder algo de nuestro tiempo en los aeropuertos).
Las entradas para el concierto de Keane del 6 de noviembre en “Le Zenith”, París.

Este es el relato de ese increíble viaje y de las fantásticas cosas que en él acontecieron (si, estoy intentado vender mi historia. Al final tenéis mi número de cuenta para las donaciones obligatorias voluntarias).

Comienza el viaje

Bueno, pues aquí empiezo un nuevo proyecto: mi blog de viajes.
Se que mi blog personal no se actualiza regularmente y que este tiene el peligro de ser solo esta primera entrada de "bienvenida"... pero esta vez hay algo que me hace tener ilusión en el proyecto y que me animará a no abandonarlo, a mejorarlo y a intentar que sea una referencia para todos los amantes de los viajes.
La razón es que este blog es un viejo proyecto con un amigo. Y va dedicado a él.
Ser pacientes y poneos cómodos... ¡ el viaje va a comenzar !