2/10/11

PACA3 (17/04/11)

Juego, set y partido en un marco de lujo
17 de abril 2011, Mónaco


Una de las mejores formas de amenizar un viaje es hacerlo coincidir con algún evento, ya sea deportivo o pagano. Mónaco, ese pequeño principado en el sureste de Francia, se caracteriza por el lujo que inunda sus calles y por albergar dos acontecimientos deportivos de renombre: un gran premio de F1 y uno de los nueve Masters 1000. Mi compañero Javier y yo, tras revisar los precios de ambos, decidimos aprovechar el día para ver una emocionante final de tenis entre Nadal y Ferrer[1].

A pesar de estar cerca de Marsella (230 km), la Côte d'Azur es escarpada y sinuosa, haciendo que el viaje en tren hasta Mónaco sea de unas tres horas con transbordo en Cannes/Niza incluido. Como comparación, el viaje en TGV hasta París, a unos 800 km, es también de tres horas. La ventaja es que, al venir desde lejos, uno se asegura un asiento ante la avalancha de personas que toman el tren en las últimas estaciones: sin duda pernoctar en los alrededores de Mónaco o Niza es más económico que en estas exclusivas ciudades.

A la salida de la estación de tren llegamos al distrito de La Condamine, también conocido como “El puerto y alrededores”[2]. Mónaco es el segundo país más pequeño del mundo y está dividido en diez distritos, además de ser el país con mayor densidad de población. Algo evidente cuando nos vemos rodeados de bloques de pisos que, cabezones, escalan las escarpadas pendientes que rodean la ciudad y la hacen una bahía natural excepcional. Sin embargo, y salvo honrosas excepciones, estos bloques son sobrios, visten horrorosos toldos de colores y nos hacen preguntarnos dónde está el supuesto lujo de la ciudad... ¡mira un Ferrari! ¿Y ese Lamborghini? Aunque aquel Mercedes tampoco está mal. ¿Y has visto esos yates y veleros? Vale, creo que ya he encontrado el lujo.

Foto-resumen de Mónaco: lujo en forma de yates, bloques de pisos sin estilo y viejas edificaciones que nos recuerdan que estamos en un asentamiento con más de XXVI siglos de historia.

La primera parte de nuestra visita se limitó a seguir el trazado del gran premio de Mónaco, que nos lleva por la mayoría de los lugares emblemáticos de la ciudad.
Estatua en honor a Juan Manuel Fangio[3], piloto argentino 5 veces campeón del mundo en la década de los 50 y que ganó dos veces en Mónaco. A la derecha se alza el Palacio de los Príncipes, antigua fortaleza Genovesa que data de 1191 y desde donde se disfrutan de las mejores vistas de la ciudad. Sin embargo, y por falta de tiempo, tuvimos que dejar su visita en tareas pendientes.

Pd: La cara de velocidad es exclusiva para la ocasión.
Salida del túnel del circuito. Dentro del túnel el ruido es ensordecedor. Imagino que durante el gran premio, con todo tapado para proteger los comercios que hay bajo el túnel, ha de ser ¡ATRONADOR!

Aunque se ven coches de gran lujo, también hay bastantes utilitarios y coches pequeños (a las pruebas me remito). ¡Pero no todos despilfarran sus fortunas en cuatro ruedas! Otros prefieren hacerlo en...
… surcar volando las costas monegascas con su jetpack propulsado por agua. Una excentricidad que a todos nos gustaría comp... ¿qué? ¿más de 60000€? Que a todos nos gustaría recibir como regalo.
La mítica curva Loews. Aquí es donde los coches de F1 van a “sólo” 50 km/h. Pero los Ferrari están hechos para el asfalto y los flamantes coches deportivos se dedican a recorrer el circuito urbano cada día[4]. Las escaleras del fondo nos llevan hasta el distrito más famoso de la ciudad.
En el distrito de Monte-Carlo, también conocido como “Enséñame la pasta”, encontramos al fin la imagen de Mónaco que todos tenemos en la cabeza: modernos (y caros) establecimientos en un entorno clásico rodeado de suntuosos jardines. Sirva como ejemplo el club Moods y su bola espejada, situados en el Cafe de Paris, o el Buddha Bar. Al fondo a la izquierda el edificio del Casino de Monte-Carlo.

Lujosos coches (¿alguien lo dudaba?) en la Plaza del Casino. El circuito de F1 traza aquí un giro a la derecha, como dejan claro los peraltes rojiblancos de las aceras. La publicidad del Masters1000 llena la plaza.

Entrada del Casino de Monte-Carlo. Los casinos, hoteles y restaurantes más lujosos de la ciudad pertenecen a la misma empresa, la Société de Bains de Mer (SBM). Esta sociedad nació al mismo tiempo que Monte-Carlo y su casino en 1863 y desde entonces ha extendido sus redes por el principado. Dinero llama a dinero.
Tras la visita al casino dejamos atrás el circuito urbano para adentrarnos en el paseo marítimo de Mónaco. Aquí se encuentra “The Campions Promenade”, una especie de paseo de la fama donde los futbolistas veteranos premiado con el “GoldenFoot” dejan su huella. Además encontramos modernas plazas con extrañas fuentes, lujosos hoteles que sólo podemos admirar desde la lejanía y la playa de Larvotto, lugar ideal para comer un bocadillo y recargar fuerzas antes del último trecho hasta el club de tenis.
Y casi sin darnos cuenta dejamos Mónaco y entramos de nuevo en Francia. En esta tranquila y transparente costa[5] se sitúa, al fondo, el hotel Monte Carlo Beach. Este hotel es, por supuesto, propiedad de SBM y está prohibido para nuestros secos bolsillos.

Y llegó el momento de la gran final. Llegamos al Monte Carlo Country Club (Francia) con unos 45 minutos de antelación. Una buena idea debido a la aglomeración de gente[6] y a los no muy claras indicaciones dentro del recinto.
La entrada al Monte Carlo Country Club. Las banderas de Mónaco hondean junto a la del país del actual ganador del torneo. La española lleva ya seis años seguidos ahí, sufriendo las inclemencias del tiempo[7].
Una vez en nuestros asientos, estratégicamente escogidos para tener el Sol a nuestra espalda, llega la presentación de los jugadores: Nadal (arriba) y Ferrer (abajo). Tras unos minutos de peloteo... ¡empieza el partido!

El enfrentamiento fue muy intenso por parte de los dos jugadores, ninguno dio un punto por perdido; se vieron dejadas de calidad y fulminantes golpes ganadores. El estadio estaba prácticamente lleno, aunque quedaban varios asientos libres[8].

El partido tiene juegos larguísimos[9] y, tras dos horas y media, Nadal gana (6-4, 7-5) por séptima vez consecutiva el Masters 1000 de Monte-Carlo. En la entrega de trofeos el público aplaude a rabiar al, en ese momento, número uno del mundo.

Panorámica de la pista central durante el partido de dobles entre Bryan/Bryan y Chela/Soares. El palco de autoridades, con Rainiero y su familia al frente, se sitúa a la izquierda. Mucha gente abandonó las gradas tras la final individual, así que pudimos sentarnos prácticamente en primera fila (las zonas verdes están reservadas y siempre hay alguien de la organización atento a los que intentan colarse).
El partido de dobles es básicamente de exhibición, ya que tras llegar al primer 40 iguales el que puntúa gana el juego (se juegan 7 servicios por juego como máximo). Por eso el partido duró tan sólo 52 minutos con un 6-3, 6-2 para los Bryan. Justo a tiempo para abandonar el recinto y volver a la estación de tren.
Con un largo viaje de vuelta y un transbordo concluye, entre cabezada y cabezada, esta crónica de Mónaco. O, como diría mi gemelo malvado monegasco: “tras una extensa travesía adornada con un cambio de vagón y salpicada de tintes oníricos, termina el sorprendente relato sobre los hechos acontecidos en el principado de Mónaco”.

L'année prochaine ¡nous allons disputer le huitième titre!

[1] Aunque compramos las entradas con un mes de antelación, la presencia de Nadal era segura salvo monumental sorpresa tras seis años consecutivos ganando en Mónaco. Que otro español, David Ferrer, también llegara a la final justifico aún más que ese día luciera la camiseta de España.

[2] Las denominaciones alternativas de los distritos presentes en el texto no son oficiales, aunque sin duda son más ilustrativas y ayudan a la visualización de la ciudad.

[3] Esta es una de las cinco estatuas en su honor que hay repartidas por el mundo ¡no pierdas el tiempo y hazte con todas!

[4] Tras ver varios coches deportivos recorriendo el circuito una y otra vez y a sus conductores aprovechando la más mínima recta para forzar el motor llegué a la conclusión de que debían ser coches de alquiler. Los ricos de verdad estarían en ese momento perdiendo el tiempo en su yate.

[5] Aunque la publicidad se empeñe en llamar a todo “playas” y así lo parezcan en la imágenes aéreas, la Côte d'Azur está plagada de zonas de costa aptas para el baño. No esperéis encontrar arena fina, sino cantos de reducido tamaño: a la erosión aún le queda bastante trabajo por hacer. Pd: las chanclas siempre serán bienvenidas.

[6] Muchos llegaban en autobuses gratuitos desde Mónaco o andando, ya que las zonas de parking cercanas estaban reservadas. A una de ellas llegó una atractiva mujer con su carísimo Mercedes preguntando si podía aparcar, pero el guardia de seguridad le dijo que no era posible. En este exclusivo parking se podía ver estacionado un flamante Renault 5. Fuck yeah!

[7] Durante la entrega de los premios la bajaron para, acto seguido y mientras sonaba el himno, volverla a subir. Espero que cada par de años aprovechen para cambiarla por una nueva, que va a terminar descolorida.

[8] Nada más entrar en Francia, en el paseo marítimo, había dos reventas intentando colocar sus últimas entradas. Parece ser que no tuvieron mucha suerte.

[9] Por eso es importante ir al servicio antes del partido: salir o entrar a las gradas sólo está permitido durante los descansos de los jugadores, cada tres juegos.

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