11/3/07

DUBLÍN


En contadas ocasiones un cúmulo de casualidades hacen que acabes viajando a Dublín.

El cúmulo que me llevó a mi comienza varios meses atrás, cuando Ryanair llega a Tenerife. El único destino que ofrece es Dublín y un compañero de mi trabajo decide comprar dos billetes. Sin embargo, las circustancias hacen que no pueda disfrutar del viaje e intentamos cambiar los nombres de los pasajeros para que pueda utilizarlos yo. Esta buena idea sobre el papel fue inviable, ya que pedian 100 € por cada cambio de nombre, y ese era el precio de un billete "nuevo". Aún así, y puesto que ya tenía la idea de viajar, Valeria, David y yo compramos billetes para las mismas fechas y pasamos un inolvidable fin de semana en Dublín... ¡Qué sigan corriendo las pintas de Guinness!

IRLANDA



Ver Irlanda en un mapa más grande.

Irlanda, conocida por su pasado celta, se sitúa en el oceano Atlántico, al norte de Francia y al oeste de Reino Unido. Se independizó de éste último en 1921, aunque la zona norte del pais, conocida como Irlanda del Norte, aún pertenece a Reino Unido. Como siempre, aquí teneis más información sobre Irlanda.

A falta de más tiempo para conocer sus verdes parajes y las historias de sus antiguos moradores, podeis dar un paseo por...

7/3/07

PARIS, DIA 6 (07/11/2006)

El retorno del Jedi, el retorno del Rey... el retorno del viaje.

Día de vuelta. Día de aeropuertos y aviones. En estas ocasiones el cansancio se hace cada vez más patente según te acercas a tu cama. Ella te llama, desesperada. Y tú solo quieres volver a tumbarte y recordar, despacio, los días anteriores y los que llegan. Es una suerte que el comienzo de todo viaje depare siempre el mismo final: un sueño reparador.
Pero antes de ese fantástico momento María y yo teníamos por delante muchas horas de vuelo, un transbordo y, además, el castigo divino del díos de la facturación que nos fue impuesto en el comienzo del viaje.

El día 6 de noviembre de 2006 entra en vigor la nueva normativa europea sobre equipajes de mano. Esta normativa prohíbe llevar líquidos, medicamentos, cremitas y otras muchas cosas en el equipaje de mano. Debido a nuestro estado de somnolencia extrema, María y yo somos incapaces de procesar estas restricciones y nos dirigimos al control de seguridad del aeropuerto Charles de Gaulle con el neceser en la mochila. ¿Consecuencia? Revisión de equipaje y una única solución posible si queremos salvar nuestras cosas: facturar de nuevo una de las mochilas[1]. Esto, sencillo sobre el papel, implicaba salir del aeropuerto y recorrelo de nuevo[2]. Además, solo quedaban 15 minutos para embarcar. Aún así nos sobrepusimos y logramos pasar de nuevo el control de seguridad, esta vez sí, sin infringir ninguna normativa con menos de 48 horas en vigor. Y esto hace que nos relajemos demasiado. Y tomamos un café y leemos la prensa. Y, llegado cierto momento, decidimos acercarnos a la puerta de embarque.... ¡Qué sorpresa el ver que no hay nadie esperando y solo están los operarios del vuelo con cara de preocupación y cabreo, mitad y mitad! En ese momento, y solo en ese momento, miramos el reloj y nos damos cuenta: ya pasan 20 minutos de la hora prevista de la salida del vuelo. Corremos, pedimos disculpas y aguantamos como podemos las miradas asesinas de “es por vosotros que vamos con retraso” de los demás ocupantes del avión. No les culpo, yo habría puesta la misma mirada.

El viaje hasta Barcelona pasa sin más sobresaltos y nos preparamos para una larga espera. En ella solo puedo destacar dos cosas: la primera, que María extravió, de forma inexplicable, su tarjeta de embarque tras pasar el control de seguridad. Si esto le sucede a alguien alguna vez podéis estar tranquilos, ya que una vez en ese punto solo hace falta enseñar el DNI en la puerta de embarque para poder subir al avión.
La segunda es que, en la tradicional visita a los quioscos del aeropuerto, encontré un libro que estaba esperando desde hace casi un año: “La puerta de Ptolomeo”, de Jonathan Stroud[3].

La llegada a Tenerife es, extrañamente, normal. Ningún contratiempo, ninguna anécdota. Solo el deseo de llegar a casa y descansar. La visita a París había sido muy intensa, llena de grandes momentos, y ahora tocaba recuperar fuerzas... para el próximo viaje. ¿Me acompañas?


[1]Llegamos a esta conclusión despues de que los agradables señores de seguridad me retiraran todas mis cosas sin dejarme decir nada, ya que no nos hablaran en inglés, y María, haciendo un esfuerzo en francés para evitar que le tiraran todo el neceser, lograra sonsacarles que se podía volver a facturar para salvar nuestras cosas. Una demostración más de que la autoridad acaba nublando la razón.

[2]El aeropuerto tiene forma espiral: se entra por abajo y se van subiendo niveles... sin vuelta atrás. Así que la única forma de refacturar es abandonando el aeropuerto, volver al primer nivel, sortear de nuevo todos los mostruos de final de fase y acabar con el malvado "cacheador de seguridad". Esto nos pasa por no salvar la partida...

[3]En este libro, último de una trilogía, aparece el gran Bartineo, el doctor House de los genios. Además, el sistema de anotaciones al pie es un tributo (copia es una palabra muy fea y muy penada por la ley) a esta obra. Genial, ¿verdad?

PARIS, DIA 4 (05/11/2006)

Atardeceres color sepia. Homenaje a los minutos que se escapan.

Domingo por la mañana y poco que hacer. El día se escapó de forma incomprensible entre comida, café, charla y charla.
Como buenos estudiantes tomamos el “brunch”[1] a última hora y a precio competente en el Centro Jean-Sarrailh de la Universidad de París. Realmente no sabría decir en que parte de la ciudad estábamos, pero si que cerca se encontraba un bonito parque con sus típicos colores otoñales de temporada.


Tras recuperar fuerzas María y yo pasamos la tarde de paseo por la orilla del Sena y comprando los recuerdos pertinentes en los puestos pertinentes. Durante el paseo atravesamos el Pont des Arts, uno de los más emblemáticos de la ciudad. Fue el primer puente de hierro que se construyó en París, allá por el 1803, y conecta el museo del Louvre con el Institut de France. También es conocido por aparecer en películas y libros, como “Rayuela”, de Julio Cortázar, uno de los libros preferidos de María: de ahí gran parte de la emoción de visitar este puente[2].


Al atravesar el Pont des Arts se disfruta de una magnífica vista de la Íle de la Cité, una de las dos islas que hay en el Sena en su paso por París. A esta hora ya empezaba a anochecer y la ciudad, de piedra e historia, se tiñe de sepia, dándole a la tarde un toque mágico. Valga como ejemplo la majestuosa imagen de Notre Dame en esta fantástica (y muy muy fría) tarde.
Al caer el Sol el frío y la ciudad invitan a resguardarse en los cafés parisinos. Esta sencilla acción nos cuesta la mitad de la tarde, y la otra mitad la pasamos en la Casa de España, una residencia de estudiantes en el sur de París donde se encontraba Carla (reverencia) por razones lectivas[3].



La noche no da para mucho, por que da igual donde estés y como de añeja sea la ciudad que visites: un domingo es un domingo y el cuerpo lo sabe, pidiendo su merecida ración de pasotismo. Mañana será lunes, y llega el momento esperado...


[1]El "brunch" es la forma pija y superclase de llamar a esa comida que se sitúa entre el desayuno y la comida. En España lo llamamos "Hora del Bocadillo" y los Hobbits lo llaman "Segundo Desayuno".

[2]La ecuación es sencilla: María está muy emocionada por ver el puente, Carlos no tenía ni idea de su existencia. Por tanto, en media, ambos estamos ligeramente emocionados.

[3]En esta media tarde disfrutamos de una cena en francés, un concierto de piano improvisado y una muy grata compañia. Así da gusto dejar que se escapen los minutos.