7/10/09

SEGOVIA, DÍA 2 (14/05/09)


De cochinillo a cochinillo y engullo porque me toca.


Por la mañana el objetivo era claro y sencillo: visitar el Acueducto. De camino pasamos por el barrio de los Caballeros, centro de vivencia de la clase adinerada de antaño y que ahora reposa en el nuevo milenio como un aglomerado de edificios burocráticos. Con mucha solera, eso sí.

El Acueducto desde la Plaza del Conde Cheste, en el barrio de los Caballeros. El tamaño de los coches, sistema de referencia contemporáneo, ya nos va dando una idea de la imponente altura del Acueducto.

Esta maravilla de la ingeniería civil empezó a gestarse cuando un romano exclamó, en prefecto latín del siglo I: “yo paso de llevar más cubos de agua montaña arriba, montaña abajo”. Así pues se pusieron manos a la obra y unas cuantas décadas después tenían listo el fantástico acueducto que ha llegado hasta nuestros días. Quizá esta versión de la historia no sea la auténtica, pero al menos está en buen acuerdo con las observaciones de la época[1]:


Tras esta pequeña introducción histórica tenéis tres posibilidades: descubrir más sobre los aspectos más técnicos del Acueducto, seguir fantaseando con una leyenda sobre su construcción, o disfrutar de la siguiente sesión fotográfica.
Comenzamos nuestro recorrido “El Acueducto de fin a principio” en la Plaza de la Artillería. Y aquí estoy yo, con la loba capitalina (regalo de Roma a Segovia en el bimilenario de su Acueducto en MCMLXXVII, o, lo que es lo mismo, hora de recordar los número romanos[2]) y el Acueducto al fondo.
El Acueducto en la Plaza del Azoguejo, donde alcanza su máxima altura (29 metros). Subiendo por la calle Ruiz de Alba la construcción va perdiendo vuelo durante 130 metros, todo para conseguir un desnivel de tan sólo el 1% en su parte superior.
Otra vista del Acueducto en todo su esplendor. A la derecha hornos de leña donde comer cochinillo (m. coloquial del lat. *baba).

El Acueducto pierde su segunda arcada, la más conocida y formada por 43 arcos dobles, en la Plaza de Díaz Sanz. Aquí su altura es de unos 12 metros y es el tramo más largo[3] con 281 metros y 44 arcos. También hay un anónimo estudiante con su mochila ¡Ánimo campeón!

El final de nuestro recorrido: primer tramo del Acueducto y su inicio en la Casa del Agua, a 638 metros de las murallas de Segovia. Me llamó mucho la atención el granito de la construcción, redondeado y de apariencia frágil, pero que lleva sus milenios aguantando un chorrito de agua y las guerras ajenas.

Tras recorrer de nuevo el Acueducto, esta vez a favor de gravedad, damos un paseo por la calle comercial del segoviano[4] (Av. de Fernández Ladreda) y volvemos a encontrarnos con las murallas al final de la Bajada del Salón de Isabel II. Su largo nombre no es más que el reflejo de su longitud y desnivel: fue el colofón perfecto para justificar, ante mi tejido adiposo, la ingesta del primer cochinillo.
G&G: Si por algo destaca Segovia es por ser la capital del cochinillo, ese alimento completo que tanto nos gusta. En esta primera toma de contacto dimos un paseo por la zona centro en busca de un precio económico (una amiga de Carol había estado hacía poco y nos dio algunas pistas poco concluyentes sobre un sitio decente). Finalmente, y tras comprobar que el precio del menú está pactado en todos los restaurantes (20-25€), entramos en el Restaurante San Miguel, situado en la calle Infanta Isabel. Allí tomamos sopa castellana y cochinillo (babas) a 20€/persona. Por supuesto todo riquísimo, aunque el cochinillo un poco seco para mi gusto.
Tras la comida nos dirigimos a la Catedral de Santa María, también conocida como “La Dama de las Catedrales”. Estamos ante la catedral gótica más tardía de España (1525 – 1615) y la tercera de las catedrales que Segovia ha tenido a lo largo de su historia. La entrada cuesta 3€ y las dos cosas que más me gustaron fueron:
El Claustro gótico de la catedral antigua. Fue trasladado desde su anterior ubicación, al lado del Alcázar, tras la destrucción de la antigua edificación en la Guerra de las Comunidades. El recinto está bien conservado y es una gozada dar un paseo al aire libre por su jardín, admirar su pozo o sentarse a escuchar el canto de los pájaros[5].
La torre de la catedral mide 88 metros. Está en el frontal del ala sur, al lado de la (supuesta) entrada principal de la catedral. Esta entrada da a una plaza que, por desgracia, está desolada y vallada en todo su perímetro, dando sensación de abandono y de monumento menor.
Al día siguiente me llamaría la atención el poco número de visitantes de la catedral si los comparamos con los del Alcázar. Quizá eso explique en parte la dejadez en la conservación de la primera. Pero, como digo, eso será mañana[6].

Para terminar la tarde, y antes de ir a cenar (el cochinillo de la mañana ya había dejado de moverse), nada mejor que una buena pinta de Guinness en la taberna Canavan’s, el único vestigio celta que logramos encontrar en Segovia.

Vista de la Catedral y la Plaza Mayor. A nuestra espalda, en la Plaza de la Rubia, nos espera una reparadora Guinness en la taberna Canavan’s.

G&G: Cuando llegó la hora de cenar volvimos a nuestra calle preferida (si, lo habéis adivinado, es la Infanta Isabel[7]). Esta vez estábamos listos para algo más de nivel que el día anterior, así que entramos en el restaurante As de Picas, donde tomamos “tapas de autor” a base de ½ raciones: croquetas, revuelto de morcilla y pasas, ensalada de gulas y jamón, y paté con salsa de fresa y oporto. Todo, con su respectiva bebida y un buen servicio, por 23€. Sin duda un lugar a tener en cuenta.

La cena había sido abundante y, para terminar el día, dimos una vuelta por la nocturna Segovia en busca de nuevos matices, de nuevos colores de piedra y neón, de... del negro sobre fondo negro, ya que la mayoría de los monumentos están sin iluminación y lo más que uno puede hacer es mirar por donde pisa. Moraleja: en las piedras por el día, “on the rocks” por la noche.


Día 1 (13/05/09)Segovia (CINEMA2)Día 3 (15/05/09)

[1] Visto en Plataforma Arquitectura, una interesante web sobre construcciones de hoy en día, tan raras y sorprendentes como las de antaño. Para los que se están haciendo la pregunta: sí, la ilustración está sacada de “La Hoz de Oro”.

[2] ¿De verdad esperabais ver aquí los número romanos? No hombre, no voy a ponerlo todo tan fácil.

[3] Cada cambio de dirección del Acueducto da lugar a un nuevo tramo: en la imagen estamos contemplando el quiebro entre el tercero y el cuarto.

[4] Aquí los locales compran pan, zapatos, ropa, pescado,... esas cosas prohibidas en las zonas turísticas del centro de la ciudad.

[5] Sin duda esta sensación que nos embarga en los claustros es debida al recuerdo genético de una época mejor como monjes. Había que rezar, sí, pero la cerveza de abadía, los cochinillos y la pachorra diaria pesan bastante en cualquier lista de “pros”.

[6] Dejemos los saltos temporales y las paradojas de continuidad para nuestro amigo Faraday.

[7] Después de tanto pasear por la calle de alguien uno acaba preguntándose... ¿y quién fue éste? Por lo que a mi respecta la Infanta Isabel de esta calle es aquella conocida como “La Chata”, hija de Isabel II y gran aficionada a viajar (ya fuera por placer o por exilio).

1 comentario:

Carol dijo...

Me parece increible que mis indicaciones te parecieran poco concluyentes...el tradicional "en una calle en cuesta de la Plaza Mayor" es totalmente concluyente,calle que suba o baje,no otra :P jajajaajaj reconocelo,no miraste todas las calles xq estabas ansioso por comerte a Cochi...