19/2/07

PARIS, DIA 2 (03/11/2006)

Entrenamiento para el camino de Santiago en ciudades Europeas con encanto.
Lección 1

Desayuno abundante, que el día lo merece, y petición al buen hombre del hotel de asilo político para nuestras maletas y bienes hasta que, por la tarde, regresemos a por ellos para ir a casa de Carla (reverencia).
En frente del hotel Venise (foto de la izquierda) realizamos nuestra primera visita a los comercios locales[1]. ¿Nuestro objetivo? Fiambre, pan y líquido, que la vida de estudiante no da para muchos más lujos. Y ahí empezó
nuestra gran pateada. No podría decir los kilómetros que hicimos, pero no fueron pocos.


La plaza de la Bastilla. Tras un rato de callejeo, disfrutar de las vistas (sobre todo María con los franceses) y visitar alguna que otra tienda (por la mañana uno va atento a todo y no le importa quedarse media hora viendo un escaparate. Señalar que en París, además, esto sucede también durante el resto del día) llegamos a la plaza de la Bastilla. En ella se encuentra la Opera Nacional de París-Bastilla y la columna de Juillet (a la derecha), que conmemora los soldados caídos durante las revueltas urbanas del 27, 28 y 29 de Julio de 1830 (que cosas aprende uno a estas alturas de la vida). La ópera me sorprendió por ser moderna, ya que yo esperaba el típico edificio con solera en plan Liceo o escala de Milán... aunque bueno, lo importante es la acústica del recinto y no lo feo que sea por fuera.
La opera es el edificio de la derecha en la foto en la cual mi menda pasa, no sin dificultades, el típico paso de cebra parisino lleno de parisinos que esquivan coches en llamas (es lo que tienen las modas) de otros parisinos. Que me sentí como uno más de “La France”, vamos[2].

Otra cosa es que no encontramos la mítica Bastilla. Si si, esa que se tomó hace un porrón de años y que marca el inicio de la Edad Contemporanea. Lo que yo no sabía es que fue demolida 2 días después de “la toma”, así que complicado visitarla aunque fuera un poquito.

Place des Vosges
. El destino es caprichoso y pasamos un rato en el que sería “nuestro” futuro barrio. Carla (reverencia) vivía por esta zona, la mar de céntrica, en la que hay que destacar la cantidad de tiendecitas con encanto que hay y la llamada “Place des Vosges”. Esta plaza, para algunos la más bonita del mundo[3], vivía hace tiempo la realeza y nobleza más noble de Francia. Por desgracia cierto día contrajeron una enfermedad bastante chunga llamada “revolución” que hacía que se les cayeran las cabezas. Por supuesto ser noble dejó de molar y en la plaza pasaron a vivir los burgueses más burgueses de Francia, que eran igual de malos que los nobles pero mucho más listos.
La plaza estaba llena de gente que aprovechaba el Sol del día, así que nos toco sentarnos en un banco a la sombra. Hay que reconocer que el sitio tenía su encanto para perder el día leyendo, escuchando música o mirando a las chiquillas pasar. Otro dato es que no había ningún chavalillo tocapelotas jugando el fútbol... ¡ y eso se agradece a la hora de no hacer nada ! Por cierto, la dama que sonríe a la cámara es María[4].


La catedral de Notre Dame. Nuestra siguiente parada era el primer sitio típico típico de París. La catedral de Notre Dame está situada en una de las dos islas que hay en el Sena al paso por París y, por supuesto, estaba a rebosar de gente. Pasamos de subir a las torres, que la cola era bastante larga, así que entramos para disfrutar de su arquitectura gótica, sus rosetones y del río de gente en su interior. Visita indispensable.
A mi, personalmente, me encantaron las vidrieras. Estaban llenas de colores y se podía ver el cambio gradual de tonos dependiendo de la posición de la vidriera respecto al Sol. Además me fascina la atmósfera que crean, menos cavernoso y rígido que las catedrales románicas, y no tan recargado y ostentoso como las barrocas. Estilismo en su justa medida, arcos gráciles y colores dinámicos. Los góticos si que sabían hacer chavolas, carajo.
Tras la visita perdimos un rato en la plaza y dimos un par de vueltas a la espera de que abrieran los baños públicos: cierran a las 12:00 y los vuelven a abrir a las 13:00. Avisados quedáis, pequeños.

Nuestro siguiente destino era el museo del Louvre, así que partimos de la plaza y atravesamos el puente hacia la orilla norte del Sena. Paseando por su ribera disfrutamos de las vistas, los colores del otoño, el río y los innumerables puestos[5].

El museo del Louvre. Monumental. Mucho más inmenso de lo que me esperaba. Mucho más espectacular. Desgraciadamente no hubo tiempo para entrar, ya que es necesario perder al menos un día dentro o, en su defecto, aquella tarde. Y no podíamos permitirnos eso, sobre todo sabiendo lo pronto que anochece a esas latitudes (a las 7 ya es noche cerrada). Así que realizamos nuestro alto para comer ese rico bocadillo secundados por la Pirámide del Louvre y cogiendo calorcito cual lagartos.


Tras la comida dejamos atrás el Louvre y dimos un paseo por el parque de Les Tuileries en dirección a los campos Eliseos y el arco del triunfo, que ya se veía al fondo (muy al fondo), y la Torre Eiffel, que se vislumbraba en nuestra izquierda.

Les Tuileries estaba rebosante de gente que, como en Place des Vosges, se dedicaba a ver la vida pasar. Sobre todo me encanto encontrarme de cara con el otoño. Colores ocre y marrón, un suelo tupido de hojas caídas[6], el frío seco y el alivio de unos rayos de Sol. En Tenerife no puedo disfrutar del otoño y, tras dos años sin él, se agradece reencontrarse con un viejo desconocido.

Antes del llegar a los campos Eliseos pasamos por la plaza de la Concordia, donde se encuentra el Obelisco de Ramses II, que, por si hay alguna duda, fue robado por Napoleón en sus días de chico malo por tierras de Egipto.

Los campos Eliseos. Realmente me decepcionaron un poco, ya que no dejaban de ser una extensión del parque de Les Tuileries. Quizá hubiera algo especial o digno de mención en ellos, pero nosotros no lo vimos. Así que continuamos nuestro paseo por la avenida de los campos Eliseos en dirección al arco del triunfo. Esta avenida es la más “cool” de todo París. En ella se pueden encontrar las tiendas de las marcas más finas de ropa, coches, perfumes y lo que se te ocurra. Nosotros paramos en la tienda Adidas (reconozco mi actual debilidad por la inmensa mayoría de los diseños que tienen), donde María adquirió un bonito y práctico bolso y yo una camiseta que me encantó; en una especie de “zona Renault” dedicada al reciente campeonato del mundo de F1 obtenido por Alonso y, al menos yo, me quede alucinado con la tienda de un famoso diseñador. ¡¡ Nunca había visto cola para entrar a una tienda !! Ocupaba un edificio entero de 4 plantas al menos y se veía bastante vacío, como si solo dejaran entrar a 50 personas (por ejemplo). Demasiado lujo para esas horas de la tarde, la verdad. Al final de la calle más fashion que recuerdo, incluso por encima de la quinta avenida de NYC, llegamos al fin al arco del triunfo.

El arco del triunfo. Es un monumento extremadamente grande, más grande de lo que me imaginaba. Lleno de simbolismos y de conmemoraciones, sin duda magnifico. Además hubo suerte y ya empezaba a caer el Sol, con lo que disfrutamos de una luz especial que le daba aún más relieve al monumento[7].

Pero todo tiene su punto malo, y el cansancio y el frío empezaban a hacerse notar. Así que rápidamente marcamos un paso “molto vivace” hacia la última parada del día: la emblemática Torre Eiffel.

La Torre Eiffel y el Trocadero. Tras un rato de paseo realizamos contacto visual con la Torre de hierro. En este punto lo mejor es poner una gran cantidad de fotos altamente sugestivas y que lograrán que la envidia os corroa (son este tipo de cosas las que hacen tan populares mis escritos).


¡¡ Tio bueno, tio bueno !!
No se me ocurría un nombre mejor para esta foto, que demuestra que cualquier especimen macho de humano luce interesante con la Torre Eiffel al fondo. Algo fálico, que diría Freud.

¡¡ Guapa, guapa !!
Esta vez no es inventiva, es lo que hay. El primer guapa para María, el segundo para la Torre. El atardecer y París al fondo ayudan a engrandecer este momento genial desde el Trocadero.

La envidia es muy mala
Es increíble lo que hacen algunos por envidia. No sabemos para que portada estaba posando la señorita-rubia-que-fuma-en-bikini, pero supongo que al ver nuestras poses anteriores decidieron hacer algo espectacular para superarnos. Lástima que no lo lograran, por que si algo tenemos María y yo es mala leche y logramos salir de fondo en todas las fotos.
Pd: Desde aquí un saludo a los dedos amputados, los sabañones (los diamantes de los pies, por que son para toda la vida) y los neumococos de la traquea de la modelo.


Anochecer
El Sol se despide de París. El azul deja pasó, un día más, a la negra noche que todo lo inunda. Los sueños, de luz y hierro, fascinan a los transeúntes que, por un momento, olvidan sus problemas, sus pensamientos, sus recuerdos; y se abandonan a la sensación de estar vivos. Alguien coge una mano, alguien besa unos labios, alguien siente el abrazo de un ser querido. Y todos se sienten seguros al saber que mañana, cuando el Sol se despida y el negro lo inunde todo, en ese lugar seguirán habitando los sueños.


En este momento, y tras una cantidad ingente de fotos, decidimos que era hora de regresar el hotel a por las maletas y encontrarnos con Carla (reverencia). Esta vez todo el trayecto fue en metro[8], que el cuerpo estaba ya bastante cansado.

Nos encontramos con Carla (reverencia) a la salida del metro, en la parada de Saint-Paul, y caminamos un par de calles hasta un portón de madera. Entramos y nos encontramos en un patio interior con muchas casas, arbolitos... todo muy cuidado. Un par de bloques después llegamos a nuestro destino, y subimos hasta el ático. Un cuarto de baño pequeñito, una cocina con lo justo, una habitación y una segunda cama en el salón (Carla tenía compañera de piso), y varias maderas situadas estratégicamente para golpearte la sesera. Hay que reconocer que era muy pequeño, pero la zona era inmejorable y el espacio estaba aprovechado de forma envidiable. Además la pared del salón estaba acristalada, lo que daba más sensación de espacio. Ahora éramos 4 personas en la casa, pero llegaríamos a ser 5... ¡ Todo un reto !

Dejamos todas las cosas y descansamos un rato. Y enseguida hubo hambre, así que decidimos salir a cenar al barrio latino. Tomamos de nuevo el metro hasta la parada de Luxemburg y andamos un buen rato. Yo no sabría llegar de nuevo a la zona, ya que me puse en modo “niño mochila” y me dejé llevar por Carla (reverencia) y su experiencia en el París nocturno. Pasamos al lado del Panteón y llegamos a la zona de bares y restaurantes. María y Carla (reverencia) tomaron los típicos “crepes”, mientras que yo me conformé con un kebab con patatas fritas[9].
Una vez saciada nuestra hambre tocaba saciar nuestra sed. Paramos en un garito con buena pinta en el que servían combinados, pero la estancia fue breve. El tipejo, también llamado camarero, nos dejó fuera de la “happy hour”[10]. Esto doblaba el precio de las bebidas, así que decidimos compartir, a lo que el tipejo respondió obligándonos a pedir 3 consumiciones. Por supuesto pasamos de él, nos piramos del lugar y fuimos a otro bar cercano, donde pedimos unas cervezas. El sitio no estaba mal, solo ponerle la pega de los adornos de Halloween que aún estaban en el local: la pared estaba forrada de una especie de tela de araña que se te pegaba donde le dieras oportunidad. El precio de las cervezas rondaba entre los 5€ - 7€, así que si vais por allí id preparando la cartera. Del precio de los “cubatas” ni nos enteramos.
Tras una agradable velada dejamos el bar y regresamos a casa de Carla (reverencia) y descansamos maravillosamente del durísimo día de turismo que habíamos vivido.


[1] ¿Por qué todos los comercios de barrio franceses huelen tanto a húmedo? Hay cosas que es mejor que el ser humano de a pie no se plantee por el bien de su salud.

[2] En ese momento mi vocabulario en francés era básico pero contundente: merci, mondieu y monamour. Parece ser que solo soy capaz de retener palabras que empiecen por “m” y que no estoy seguro de como se escriben.

[3] Dadme 500 universitarios, 300 botellas de ron, 1000 vasos, hielo y barra libre de coca-cola y la transformaré en una típica plaza madrileña de un sábado por la noche... ¡ eso si que es bonito !

[4] En este pie de página debería dar todos los datos personales de María, como nombre completo, dirección, números de teléfono y direcciones de internet, cuentas bancarias, historial médico... pero por alguna razón tengo un extraño apego a eso de vivir.

[5] En estos puestos no solo se vendían torres Eiffeles de todos los tamaños y colores, si no también revistas y cómics antiguos. Sin duda una maravilla para los nostálgicos como yo (si, soy nostálgico, que pasa).

[6] Todo ser humano, ante esa situación, siente el deseo irrefrenable de amontonar el mayor volumen posible de hojas secas, situarlas bajo algún columpio o árbol, trepar lo más alto posible donde los gritos de “¡¡ Baja de ahí ahora mismo !!” de padres/tutores/extraños entrometidos no llegan y lanzarse con un gritito hacia el montón. Bendita juventud en la que no se ve el peligro y los miembros partidos son solo trabas de unos pocos meses.

[7] La foto está realizada desde un paso de cebra, ya que era el mejor sitio posible para hacerla. Aunque no se ve, el conductor cachondo del coche de la esquina inferior derecha está poniendo caras raras y haciendo la señal de la victoria con las dos manos... ¿no dije que estábamos en una calle con clase?

[8] El metro es bastante caro en París. El billete sencillo son 1.40€ y si pillas 10 billetes (no un bono, si no 10 billetes sencillos. No me miréis así, se que es raro, pero yo no tengo la culpa) son 1.10€. Lo más rentables es coger un bono de todo un día o de varios días. El de un día cuesta 4.50€ (3.10€ si eres menor de 26 años y es fin de semana. Y, de nuevo, ¡¡ dejad de mirarme así !!) y tienes todos los viajes en metro que puedas hacer. Eso si, caduca a las 00:00, así que cuidadín con salir hasta tarde, que os conozco.

[9] En París toda comida, plato o aperitivo va acompañado con patatas fritas. Ahora se entiende el término inglés “french fries”. Y de nuevo se comprueba la definición universal de kebab: Trozos de torso con ensalada y el condimento o guarnición dominante del lugar de venta. Y, finalmente, uno se admira al ver las profundas reflexiones a las que se llega mientras mira como alguien hace la comida. Sublime.

[10] No lo sabríamos hasta más tarde, pero la maldición de la “japi auer” nos perseguiría durante todo el viaje.

1 comentario:

Kaoru Chan dijo...

Dioooooooos!!
Peazo de post pero que interesantee!!!-notese como cambio de actitud-

Oye hay muchas cosas que me costo comprender un poco y algunas frases tuyas que me las he apuntado, por cierto: Que Guapa es María*^^*
Acá una de los comentarios :Por desgracia cierto día contrajeron una enfermedad bastante chunga llamada “revolución” que hacía que se les cayeran las cabezas. jajajjajaja que buena descripción xDD
Me ha encantado como has descrito los lugares, nos nombres y las fotos están muy lindas, diablos! cada vez siento más envidia de ti :bleh:.. Esta todo perfectamente contado y de manera muy entendible =)aunque me hubiera gustado ver más fotos de la Catedral de Notre Dame*^^* la encuentro magnifique...

Oye Carlos,pudiste poner mas fotos de tios buenorros franceses, le podrías preguntar a María si ella saco fotos a algun frances con buena esctructura ósea ?? y claro si las saco que las cuelgue aca para el deleite de las lectoras jejejejej

Queremos ver carne frescaaaaaa

Muy buena publiación!!

Felicitaciones y gracias por dejarnos leer

Besiños y un fuerte abrazo a la distancia amigo ^_________ ^