15/1/11

BOLONIA

IX MASSIV Workshop
3 - 7 de noviembre 2010, Bolonia


Recientemente he pasado a formar parte del proyecto MASSIV[1], y que mejor forma de conocer los entresijos del mismo que participar en una reunión del grupo. Esta vez la reunión fue en Bolonia, así que veamos que tiene que ofrecernos esta ciudad del centro de Italia.

Tras salir de Marsella a las 7:00 y hacer una parada en Lyon, varios integrantes del grupo (algunos de Marsella, otro de Toulouse) llegamos al Aeroporto Gugliermo Marconi. Este pequeño aeropuerto está situado muy cerca del centro de la ciudad. Los autobuses (5€) pasan cada 15 minutos y tardan unos 20 en llegar a la Via dell'Indipendenza, donde hay varias paradas. Si preferís tomar un taxi, el precio es de unos 20€ hasta el centro.

Podría dar detalles de la reunión, pero seguro que estáis más interesados en conocer esta ciudad universitaria de 400 mil habitantes[2]. El mejor punto para empezar la visita es la Piazza Maggiore, donde se encuentran el Palazzo d'Accursio (centro), el Palazzo del Podestà (derecha), el Palazzo del Banchi (a mi espalda), la Basilica di San Petronio (izquierda, fuera de la foto, y actualmente el obras) y el Palazzo del Notai (fondo a la izquierda).

El Palazzo del Notai y el d'Accursio a las 2 de la tarde de un día nublado.
En la Piazza Maggiore también está la Fontana del Nettuno[3], punto clásico de encuentro de los universitarios boloñeses y de los artistas callejeros, tanto malabaristas como tragafuegos.

Pd: Tia, ¡que te llevo esperando desde las dos y ya es de noche!
Dejando la Piazza por la Via Francesco Rizzoli llegamos a las dos torres[4], Garisenda (izquierda) y Asinelli (derecha), vestigio de las 80-100 torres que poblaban Bolonia en los siglos XII y XIII. La entreada a la torre Asinelli está en la fachada derecha y cuesta 3€. La subida es espectacular y no apta para gente con vértigo: la torre está hueca y las escaleras de madera suben pegadas a las paredes, dejando un hueco central por el que ser testigos de la altura que vamos tomando. Tras 498 escalones, alcanzamos los 97.20 metros de altura. Una vez arriba las vistas de la ciudad merecen la pena, aunque la bruma parece ser otra cosa típica de Bolonia, evitando ver el horizonte incluso en días claros.
Tras bajar la torre[5] es hora de dar un paseo por la zona del mercado. Hay muchas tiendas con todo tipo de alimentos de la región y podemos degustar el “prosciutto”, la mortadela y el “parmigiano-reggiano” en alguna de las terrazas de la zona. A destacar Tamburini, siempre lleno y con buenos productos locales. ¿Y que hay de los espaguetis a la boloñesa? Como si de tortilla francesa o ensaladilla rusa se tratara, aquí no los llaman así, sino “tagliatelle al ragu”. Aunque en los menús siempre hay otros platos maravillosos[6] probé los tagliatelle en un par de sitios. Tras un segundo de ave asada, ya sea pollo o pato, mi postre preferido era media piña. Para todos los demás, panna cotta y tiramisú.
Tras la comida lo mejor es dar un paseo por Bolonia. Si por algo destaca la ciudad es por sus soportales: kilómetros y kilómetros de ellos permiten a los boloñeses olvidarse del agua en los días de lluvia.
Paseando llegaremos a la Basilica di San Domenico. Lo más destacado son las tumbas callejeras de su plaza: no hay nada más relajante que saber que al lado de la pared de tu habitación hay una tumba medieval.

En algún momento visitaremos la Basilica di Santo Stefano, también conocida como “las siete iglesias”. Cuando caminamos por su interior nos damos cuenta de que, efectivamente, se trata de varias iglesias, sepulcros y patios pegados uno al lado del otro.

Planta de la basílica. A pesar de los diferentes estilos y fechas de construcción, ningún elemento desentona. A destacar...


... el Cortile di Pilato, desde el cual tenemos vistas del resto de la Basílica y que tiene entrada a cuatro iglesias y un patio. La más interesante es la Basilica del Sepolcro, a la derecha, que con su planta octogonal es la más antigua del complejo (1141).
Interior de la Basilica del Sepolcro. La mayor parte del tiempo el recinto está a oscuras, y, cuando de repete se enciende la luz, te sientes como un estúpido por haber hecho las fotos sin flash, con exposición larga y un tembloroso pulso. Y para que conste, aquí tenéis la instantanea.
Ya sea mañana, tarde o noche, sólo los más intrépidos podrán visitar San Lucca, una iglesia situada en lo alto de una colina en las afueras de la ciudad.
El paseo comienza en el Arco Bonaccorsi. El semaforo, permanentemente en rojo para los peatones, es el primer aviso. El segundo, en la información del arco, deja bien claro en su última frase que “el soportal tiene una longitud de 3500 metros”. El tercero y último, la visión de arcos y arcos sin fin. ¡Pues a San Lucca!
A mitad de camino llegamos al Arco Meloncello, en el cual empiezan a contar los 687 arcos que nos llevan a San Lucca. Por supuesto siempre hay algún que otro indigno que hace el trayecto en coche.
Y continuamos subiendo, arco tras arco.
Durante el trayecto nos cruzaremos con la gente que baja, bastante contenta, por el poco esfuerzo que cuesta ahora el viaje: cualquiera sentiría que San Lucca le ha insuflado fuerza...
San Lucca al final de los seiscientos y pico arcos. Bolonia está justo detrás, fuera de nuestro alcance[7].

A la vuelta de San Lucca tendremos hambre, así que lo mejor es acercarnos a la Via del Pratello. Allí encontraremos buenos restaurantes, como la osteria Il Rovescio o la trattoria Fantoni, y pubs para después, como Pratello o Macondo[8]. Ciudado con la "grappa" y el "amaro", sobre todo al día siguiente.

Y así pasó la semana, entre galaxias y turismo. La vuelta, vía París, no fue tan intensa como la noche del último día... pero no por la fiesta o el jolgorio, sino porque casi no puedo saldar mis deudas con el Hotel Accademia. Revivamos la secuencia de los hechos: mi intención era pagar con la tarjeta francesa, pero tras varios intentos denegados decidí pagar con la española. También denegado. Paseo al cajero para así pagar en efectivo... ¡pero también me deniega la retirada! Aquí ya empezaban los nervios. Volví al hotel e intentamos con la tarjeta un par de veces más. Nada. Subí a la habitación: sólo tenía la mitad del importe y al día siguiente tenía que ir al aeropuerto en taxi, ya que el avión salía a las 7 de la mañana. Ahora sí que estaba acojonado. Bajé de nuevo a recepción y me conecté para ver el estado de mis cuentas. En la española no había suficiente dinero (sólo la mitad) y la francesa... ni idea de que pasaba con ella. Pero bueno, podía pagar la mitad con tarjeta y la otra mitad el efectivo e ir al aeropuerto en autobús.... ¡con la pereza que da eso a las 5 de la mañana! Los nervios se iban calmando. Y de repente, y sin saber de donde, el problema golpeó mi cabeza: ¡la tarjeta fracesa tiene límites, tanto de pago como de retirada[9]! Teniendo en cuenta los gastos de la semana, el dinero que saqué el día anterior y que la lluvia nunca vuelve hacia arriba... volví al cajero y pude, al fin, retirar el dinero con el que pagué gustoso el taxi del día siguiente. Día que empezó a las 5 tomando un café en la recepción con varios que volvían de fiesta. Las ciudades universitarias es lo que tienen.

Fase AGB en tres, dos, uno...


[1] Mass Assembly Survey with SINFONI in VVDS. No seais vagos y seguid en enlace, que todos los detalles entretenidos están ahí.

[2] La Universidad de Bolonia, fundada en 1088, tiene más de 100000 estudiantes en la actualidad, lo cual asegura una movida vida nocturna y ruidos en la habitación del hotel hasta las 5 de la mañana. Eso sí, del plan ni rastro.

[3] No sé si algún equipo celebrará aquí sus éxitos, pero sin duda la fuente anima a la fiesta gracias a sus evidentes mensajes eróticos.

[4] Evitaré cualquier broma fácil sobre el Señor de los Anillos, pero sus fans agradecerán el saber que no vi ni un solo orco por la zona.

[5] Practicamente todo el mundo con el que te cruzas al bajar comenta lo mismo: “ya no puede quedar mucho...” Ilusos.

[6] Las salsas a base de queso, mantequilla y leche hicieron bastante sencilla mi elección: tagliatelle o muerte.

[7] Yo esperaba unas maravillosas vistas de la ciudad. Pero mi sorpresa fue que la iglesia está plantada donde debería estar el mirador y viceversa. ¿Fallo de diseño o dislexia?

[8] Para patear la Bolonia nocturna conté con la inestimable colaboración de Teo, un compañero de mis días en Tenerife que pudo darse el salto ese fin de semana desde Milán. Quitando sus escarceos con el Parmigiano todo fue genial.

[9] A cambio no me cobran comisiones al sacar dinero en otros bancos o al hacer transferencias internacionales, lo cual se agradece cuando viajas mucho y vives en un país extrangero.

1 comentario:

Victoria dijo...

Post muy interesante y completo. Lo hemos incluido en Compañeros de ruta de Diario del Viajero. Saludos