1-8 de agosto 2009, Rio de Janeiro
El vuelo desde Madrid al Aeropuerto Internacional de Galeão de Rio de Janeiro dura 10 horas. A la salida de la terminal nos encontramos rápidamente con la humedad, un puesto “oficial” de cambio de moneda y cinco puestos de compañías de taxis/alquiler de coches, en las cuales cinco amables señoritas acosan al recién llegado con el reclamo sireno del “más barato que ninguno”. En estas compañías, además, también cambian moneda, en ocasiones a mejor relación que el puesto “oficial”. Si perdéis un par de minutos en preguntar podéis ganar bastantes reales brasileños (R$) para caipirinhas[2]. Como eramos un grupo grande alquilamos una Van de 13 plazas para llegar hasta nuestro hotel, en Copacabana, por 180 R$. Como dato el precio por taxi (no por persona) hasta Copacabana era de unos 80 R$. De nuevo, y durante todo el viaje, la clave es armarse de paciencia, preguntar y ser firmes en nuestras decisiones.
Como siempre que el viaje es a un congreso la mejor forma de resumir la visita es por áreas temáticas, ya que uno aprovechas las pocas horas del día (y las muchas de la noche) lo mejor que puede. Pero antes de comenzar con la “Samba”, terminemos rapidamente con la parte de “Galaxias”.
Después de darnos un bañito en el Atlántico, que siempre golpea Copacabana e Ipanema con generosas olas, no hay nada mejor que dar un paseo... en busca de un sitio donde tomar algo. Toda la playa está salpicada de puestos en los que comer y beber, y los hay de diferentes niveles: están los más exclusivos, los de nivel medio y los más cutres. Estos últimos son los nuestros. Suelen ser los amarillos patrocinados por cervezas, como Skol o Itaipava. Ofrecen cocos y caipirinhas[5] a bajo coste (4 R$), y comida a base de fritanga en plancha negra: sardinhas fritas, papas, camarones y bolinhos de bacalao. Ahora ya estáis preparados para apreciar las escenas típicas de los turistas en Copacabana.
El cerro del Corcovado se encuentra dentro del espacio natural del Parque Nacional de Tijuca, por lo que no podemos acceder al Corcovado con vehículo propio. La entrada del parque se situa a un par kilómetros del Cristo: tras pagar la entrada (13 R$) nos acomodamos en una de las furgonetas del parque, que suben y bajan a los turistas a un mareante ritmo (tanto en cifras como en curvas). Para llegar a la entrada del parque nosotros decidimos tomar un taxi desde el hotel. Pactamos un precio de 100 R$ por taxi, incluyendo ida, vuelta y la espera durante la visita. Disfrutad el paseo a toda velocidad[9] y no dejéis de admirar a los ciclistas que os crucéis durante la ascensión. Otra opción, mucho más auténtica, es utilizar el tren del Corcovado.
La cantidad de gente que visita el Cristo es agobiante. Pero tranquilos: siempre aparece un hueco para hacernos todas las fotos típicas que queramos.
Un día de estos el Cristo se cansará de que la gente haga el tonto (claro ejemplo a la izquierda) o de que no le tomen en serio como icono de reflexión cristiana (claro ejemplo a la derecha). Ese día, cual Stay Puft en los cazafantasmas, empezará a repartir collejas. Y el momento de dos brazos de 30 toneladas es como para ponerse serio. |
- El Restaurante. El de toda la vida, donde pides tu plato/menú, tú bebida, tu postre y tu café y pagas el precio establecido. En la zona de Copacabana están por toda la línea de playa a unos 35-40 R$.
- El “al kilo”. En esta ocasión tenemos buffet libre de arroz, judías pintas, carne en espada (picanha[11] y coranzones de pollo incluidos), fruta, ensalda, sushi, etc. Ponemos lo que más rabia nos dé en un plato y un amable dependiente nos pesará y apuntará el precio de nuestra selección en una hojita, donde también nos marcarán las bebidas. Limpiamos el plato a dentelladas. Repetimos la operación una y otra vez. Al final pasamos por caja y pagamos por lo comido (25 - 30 R$/kilo) y bebido. Lo bueno es que pagamos lo que comemos, así que los días de gula sarán más caros que los de frugales bocados, pero en todo caso baratos (menos de 30 R$).
- La churrascaria/rodizio. En este caso pagamos por adelantado la comida (como siempre, la bebida a parte), y un amable señor con carne asada a fuego lento y ensartada en una espada nos ofrecerá toda clase de cortes... hasta que no podamos más. Estos restaurantes son caros (unos 50 R$), pero la calidad es mucho mejor que en los “al kilo”.
- El puesto callejero. El más barato (2-3 R$ la unidad). El más arriesgado. Ideal para tomar algo en la playa o para matar en hambre con unas empanadillas rellenas ricas en grasas saturadas.
Para bajar la copiosa comida lo mejor es cruzar la playa y adentrarse en la Mata Atlántica[12] por la Pista Claudio Coutinho. Las lianas, las plantas exóticas y los monos, mucho más agradables si tenéis comida entre las manos, harán las delicias de todos. |
Uno de los sitios de moda en Rio, al menos durante nuestra visita, era el Rio Scenarium. Un local de varios pisos con música en directo y una peculiar ambientación. El día de conocerlo es el jueves, ya que la entrada es gratis y hay mucha más gente. |
Y hasta aquí la crónica de la “ciudade maravillosa”, desde la cual me despido de vosotros...
[1] BRAGAS09: BRAsil, GAlaxias y Samba 2009. Un fructifero viaje de trabajo con su correspondiente ración de turisteo por Rio de Janeiro y alrededores.
[3] Los puesto de Copacabana e Ipanema, numerados del 1 al 6 y del 7 al 10, respectivamente, sirven como lugar de encuentro de diferentes grupos. Al menos eso dicen en las guías porque, quitando la zona de deportes, yo fui incapaz de ver algún grupo en concreto. En todo caso escoged vuestro número preferido y ¡a disfrutar!
[4] Recuerdo con cariño a uno de ellos, de Venezuela. Hacía/vendía pendientes y nos “regalo” uno con la forma de nuestra inicial a cambio de un par de cervezas. Así evitamos un intermediario porque, para que engañarnos, el dinero habría acabado igualmente en su gaznate.
[5] Sé que lo estáis deseando, pero aún no es el momento de centrarme en la bebida.
[6] Para los que prefieran las bicicletas a caminar, la ciudad cuenta con un sistema de alquiler de bicicletas.
[7] El mecanismo es sencillo: te inventas una lista de lo que sea y los internautas se dedican a votar para que su aspirante preferido (normalmente el de su país) quede entre los primeros. Esto suele dar lugar a votaciones masivas, lo cual aporta jugosos dividendos en publicidad a los organizadores de un evento sin ninguna validez oficial.
[8] Para los que conducen por la izquierda: estamos hablando de 100 pies y 700 toneladas cortas.
[9] En el Rio diurno el volumen del tráfico hace que los taxistas no puedan recrear su más admirado evento deportivo. ¿El mundial? Sí, pero el de Formula 1. Con la caida del Sol el circuito urbano de Rio se llena de Massas, Barrichelos y Nelsinhos. Abrochaos bien los cinturones...
[10] Juegos en los que Madrid se quedó a las puertas. Como conocedor de ambas ciudades, y sintiendolo mucho, para mi Rio era una candidatura más atractiva. Además... ¡todos sabiamos que dos veces seguidas en Europa no iban a ser!
[11] La picanha es la carne más característica de Brasil y no podéis dejar de probarla junto a una cerveja bien fría. Eso siempre que tengan en el fuego: ¡hay que estar atento, que todo el mundo está pendiente de la picanha!
[12] Aunque la selva Amazonica es la más conocida, la Mata Atlántica es un tipo distinto de selva tropical que ocupaba una gran extensión de Brasil. Ahora, sin embargo, sólo queda un 10% de ese área. Esperemos que los proyectos de recuperación nos permitan disfrutar de ella muchos años más.
[13] Mis conocimientos sobre música brasileña son tan vagos como los referentes a mujeres y se resumen en Carlinhos Brown, la banda sonora de la fantástica película “Brazil” y la lambada. Sobre todo la lambada.
[14] Nada recomendable en esos horarios: todo estaba cerrado y no había un alma por las calles. Ni siquiera los asaltantes de turistas, sin duda concentrados en lugares más productivos.
[15] Parafraseando a un taxista: “En Leblon hay pijos, en Ipanema maricas y en Copacabana están las putas”. Ahora que cada uno se acerque a su barrio preferido.